Un acto potente para cambiar los esquemas del conflicto

Ayer, paradójicamente, fue un día en el que quienes luchan por una resolución del conflicto vasco sin vencedores ni vencidos ganaron, mientras quienes aparecen victoriosos fueron claramente derrotados. Basta ver el estado de humor de unos y otros, su lenguaje gestual y su tono crispado para desmontar un discurso caduco y claramente falaz.

Los gobiernos español y francés calcularon mal sus estrategias. Sus obsesiones les llevaron a menospreciar el compromiso de ETA con este nuevo escenario y la fortaleza política de la nueva estrategia de la izquierda abertzale. Sobre todo minusvaloraron la inteligencia y la astucia comunitaria de la sociedad civil vasca, acompañada del liderazgo ejemplar de sus representantes políticos en Ipar Euskal Herria. También malinterpretaron las prioridades de la comunidad internacional. Incluso desenfocaron el interés periodístico de un evento como el desarme de la última organización revolucionaria armada del continente. Tienen la inteligencia averiada o no entienden algo tan sencillo como que el conflicto es político, no militar. Parece que no son los únicos.

La humillación es la tentación natural del poder establecido y esa era la manera en la que el Gobierno del PP imaginaba un desarme. La respuesta natural de los oprimidos es la rebelión. A lo largo de la historia esa respuesta ha adquirido diferentes formas. La armada es la más evidente, la que consecuencias más dramáticas conlleva. Durante décadas fue la vía más eficaz para levantar opresiones y derrocar dictaduras. En ese contexto nació ETA.

De un momento de la historia a hoy en día el medio más común para emanciparse es el impulso democrático, la suma de voluntades y alianzas en favor de un cambio político, los votos. Los votos son la fuente principal de revoluciones en nuestro tiempo, pero nunca han existido revoluciones verdaderas sin apoyo popular. Es una condición necesaria.

Lo que perdura en ese camino hacia la libertad es la lucha colectiva, la solidaridad y la inteligencia política. Pervive la militancia y su impulso transformador. La imaginación, la anticipación, el liderazgo y la capacidad de apelar a las emociones más básicas y nobles de una comunidad y sus personas son parte crucial de las estrategias emancipadoras.

El desarme protagonizado por la sociedad civil, acompañado por las instituciones vascas, ayudado por la comunidad internacional y consentido en su último acto por las autoridades francesas resulta inédito y en adelante será contemplado como un capítulo propio en las metodologías y políticas de paz a nivel internacional. Otro éxito, otra victoria.

Cambio de ciclo y paradigma

Los esquemas para afrontar el conflicto político vasco han sido alterados. No de la noche a la mañana, ni mucho menos, pero sí para un nuevo ciclo que empieza a correr definitivamente. No hay excusas, solo una cosa puede parar el camino de Euskal Herria hacia la independencia y la justicia: no ser capaces de vincular a la mayoría de la ciudadanía vasca. Todo lo demás puede ser superado con los elementos clave de este acto de desarme: compromiso, responsabilidad, talento, alianzas y emoción.

Baiona y la fecha de ayer suponen un hito potente que marcará la vivencia política de las siguientes generaciones. Quien lo minusvalore, perderá.

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