TERESA MOLERES
SORBURUA

Un surtidor en el jardín

Desde que existen los jardines el surtidor es un elemento central en el arte de la jardinería. Sobre una lámina de agua, el surtidor evocaba el océano en los jardines cerrados medievales y para los árabes era signo de pureza. El agua se agita por medio del surtidor y añade, además de movimiento, efectos sonoros y visuales que acompañan al canto de los pájaros y al murmullo del viento a través de los árboles.

El agua del surtidor puede tener efectos y formas diferentes, según la presión que ejerza la bomba. Será tranquilizante si se coloca una cubierta o campana para que no moje los alrededores; hay que protegerlo del viento y de las corrientes de aire. En terrazas o jardines muy pequeños es relajante. Por el contrario, un surtidor dinámico es el que forma una columna de agua con burbujas y bruma; produce círculos en la superficie del agua que, por cierto, no convienen a los nenúfares amantes de las aguas tranquilas. Si escogemos el chorro más fino y con varias alturas, el efecto producido por el agua al salir a presión recuerda a los haces de fibras ópticas.

Se aconseja colocar el caño pequeño sobre piedras redondas, que permanecerán húmedas. Con este sistema se pierde algo del agua circulante que hay que reponer con frecuencia. Para mantener el surtidor, hay que comprobar a menudo que el chorro sale constante, de otra manera cabe suponer que la porquería obstruye los agujeros. La bomba se limpia sumergiéndola en una solución de vinagre blanco y agua para disolver depósitos calcáreos.

El agua circulando en el estanque por medio del surtidor es beneficiosa para la oxigenación necesaria en el equilibrio de la fauna y flora acuática, al limitar el desarrollo de microorganismos que corrompen el agua. Su murmullo proporciona un frescor inmediato, alimentando la sensación de que la temperatura atmosférica baja varios grados. No es de extrañar que sea un truco utilizado desde siempre por los creadores de jardines en países cálidos.