Beñat Zaldua
Gasteiz

El peligro del «fracking»

En octubre del año pasado, Patxi López sorprendió con el anuncio de que Araba albergaba reservas de gas no convencional equivalentes al consumo energético de 60 años. Sin embargo, este hallazgo estratégico se ve empañado por la técnica para conseguir dicho gas, el «fracking», con numerosos peligros para el medio ambiente y muchas incógnitas abiertas.


Concentración contra el «fracking» en el Palacio Europa de Gasteiz (Raul BOGAJO/ARGAZKI PRESS)
Concentración contra el «fracking» en el Palacio Europa de Gasteiz (Raul BOGAJO/ARGAZKI PRESS)

El pasado mes de octubre, ajeno a los históricos días que se vivían en Euskal Herria, el lehendakari Patxi López anunció desde Dallas, con buzo y casco incluidos, que el subsuelo de Araba esconde 185 millones de metros cúbicos de gas no convencional, una cantidad que equivale al consumo de 60 años en la CAV. Desde las instalaciones tejanas de su socio tecnológico en el proyecto, Heyco, López anunció además la práctica del «fracking» para explorar las posibilidades de extraer el gas.

La pregunta más sonada entonces, y también hoy en día, es: ¿Qué es el «fracking»? Para entenderlo, lo primero a tener en cuenta es que se trata de reservas de gas no convencional, algo que los anglosajones llaman «shale gas». Es decir, no se trata de grandes bolsas de gas que se puedan extraer con una sola perforación, sino que son infinidad de pequeñas bolsas de gas atrapadas en la roca del subsuelo.

La técnica para extraer dicho gas es lo que los anglosajones llaman «fracking», también conocida como fracturación hidráulica. Dicha técnica consiste en fracturar la roca madre, compuesta de pizarras y esquistos, para sacar el gas atrapado en ella. Para ello es necesario efectuar una perforación en vertical que llegue hasta la altura en la que se encuentra el gas y que puede llegar a los 5.000 metros. En este punto se realiza otra perforación en horizontal, de entre 2.000 y 5.000 metros. En el terreno fracturado se inyecta entonces a gran presión una mezcla de agua y arena (98%) con varios aditivos químicos (2%), fracturando de esta manera la roca y liberando el gas, que sube a la superficie a través del pozo.

Hasta aquí la explicación aséptica de la fracturación hidráulica, técnica que Lakua quiere impulsar en Araba y otros municipios de la CAV a través de la Sociedad de Hidrocarburos de Euskadi (SHESA) y en asociación con la empresa estadounidense Heyco y la europea Cambria Europa. Los números de una posible explotación son, desde luego, golosos, ya que se obtendría gas por valor de 30.000 millones de euros, siempre según los datos del Gobierno de Lakua. Sin embargo, se trata de una técnica nueva y poco estudiada, sobre la que no existen demasiados estudios y cuyas consecuencias apenas se empiezan a notar hoy en día en Tejas, lugar donde se inició el «fracking» hace aproximadamente una década.

Dichas consecuencias dan qué pensar. El líquido inyectado para fracturar la roca contamina las aguas superficiales y subterráneas, un efecto que se agrava en el caso de Araba, donde queda en peligro el acuífero de Subilla. Lo mismo ocurre con el subsuelo, que queda contaminado por los aditivos químicos del agua inyectada, y con el aire, que se ve afectado por el gas metano liberado al exterior, que contamina el aire y acelera de forma exponencial el calentamiento global. Como último elemento de este breve resumen de peligros, los críticos con el «fracking» alertan del riesgo sísmico derivado de la manipulación del subsuelo. Todo esto, unido a la presencia de infinidad de pozos, tiene como efecto directo e inmediato la alteración del entorno.

Todas estas consecuencias han llevado a estados como el francés a prohibir la extracción de gas no convencional a través del «fracking», debido a sus peligros potenciales. Lejos de prohibirlo, el Ejecutivo de Lakua se niega a realizar las evaluaciones de impacto ambiental de los pozos proyectados para la exploración, tal y como denuncian desde Fracking Ez Araba, plataforma donde se reúnen particulares y colectivos de todo tipo con el objetivo de concienciar de los peligros de la fracturación hidráulica y parar los pozos proyectados en Araba.