1977/2024 , April 26

Martxelo Diaz
Aktualitateko erredaktorea / redactor de actualidad

'Egin', secuestrado por publicar 'El libro rojo del cole'

La publicación de un capítulo de 'El libro rojo del cole', una obra pedagógicamente avanzada, supuso el secuestro de 'Egin' el 26 de abril de 1980. El ministro de Cultura de la época, Ricardo de la Cierva, fue censor durante el franquismo.

Portada de EGIN que denuncia el secuestro del diario.
Portada de EGIN que denuncia el secuestro del diario. (EGIN)

En la madrugada del 26 de abril de 1980, 'Egin' sufrió un secuestro por haber incluido entre sus páginas un capítulo de 'El libro rojo del cole', una obra originalmente publicada en Dinamarca en 1969 y cuya difusión en el Estado español fue controvertida, ya que alentaba a los estudiantes a cuestionar las normas sociales y tratar temas como la sexualidad o el consumo de drogas.

El ministro de Cultura de la época era Ricardo de la Cierva, que en el franquismo había sido censor. Su hijo José María se hizo viral al responder con el grito «¡Que te vote Txapote!» a un equipo de TVE en un pueblo de la provincia castellana de Toledo.

A continuación, reproducimos la crónica que 'Egin' publicó al día siguiente del secuestro:

La operación, por dentro

Hacia las tres de la pasada madrugada, un grupo de agentes del Cuerpo Superior de Policía se presentaron en las instalaciones de 'Egin' en Hernani con una orden de secuestro, procediendo a la retirada de los ejemplares que hasta ese momento habían sido editados, así como de las planchas y fotolitos del diario secuestrado. 

La tarea de hacer un periódico suele terminar diariamente para una parte del proceso de producción hacia las dos de la mañana. Un último vistazo al teletipo para ver si ha llegado la esperada noticia de Yugoslavia, y otra edición a la calle. Sólo la casualidad hizo que anoche hubiera algún redactor en las instalaciones del periódico, para tener la oportunidad de vivir, y poder más tarde contar en directo, una «aventura» periodística de unos tiempos que llaman constitucionales, estatutarios y pocas cosas más. Precisamente el día anterior habíamos informado de la composición del primer Gobierno Vasco después de muchos años.

No, la verdad es que no fue una sorpresa cuando nos dijeron que venía la Policía a secuestrar el periódico. Es una noticia esperada siempre en cualquier periódico que está luchando en todo momento con el mismo tema, la verdad y la legalidad de información. Llamarle libertad es una utopía. «A secuestrarnos ahora, vaya lío, cuando ya nos marchábamos a casa y los de la rotativa estaban bastante adelantados», fue lo único que se nos ocurrió pensar.

Sin que hubiera una razón objetiva para ello, la Policía había montado alrededor de las instalaciones lo que suele llamar un fuerte dispositivo de seguridad, que detuvo el camión que se dirigía hacia Vizcaya y a un compañero que llevaba el correo. Todos marcha atrás, de aquí no podía salir nadie.

– Buenas noches, somos agentes del Cuerpo Superior de Policía y traemos orden de secuestrar la edición, si ustedes incluyen el tema de 'El libro rojo del cole', y como lo incluyen, pues secuestramos todos los ejemplares, planchas y moldes.

– ¿Puedo ver la orden?

– Por supuesto. Tenga.

Más o menos así fue el diálogo, único posible, que se desarrolló cuando aproximadamente unos diez agentes de paisano entraron en el periódico. No había otra defensa contra el secuestro, tenían una orden, bueno un telegrama, firmado por el magistrado juez del Tribunal Central Número 1. Después de leerlo varias veces alguien apuntó que sólo se podía alegar el que fuera dirigido al gobernador civil de San Sebastián y no de Guipúzcoa; por lo demás, todo era correcto. Allí estaba la orden firmada por un juez, y un grupo de agentes dispuestos a ejecutarla. Fuera, en la calle, un número no determinado de «Avias», con sus dotaciones de la Policía Nacional, vigilaban.

Se para la rotativa, se empieza a preparar la máquina, se controla el número de ejemplares tirados hasta ese momento... el secuestro está en marcha.

Y poco más o menos una hora después, un camión cargaba los veinticinco mil ejemplares, aproximadamente, que concentrados en nuestras instalaciones fueron puestos a disposición del juez, y las planchas, y los fotolitos, en resumen, que como era preciso salir a la calle, pues para eso hacemos el periódico, teníamos que empezar de nuevo, con las páginas centrales en blanco y con un punzón como único útil posible –en un periódico que funciona con los más complejos sistemas de ordenadores–, para poder anunciar en primera página la noticia de que nos habían secuestrado. Ya estaba la máquina en marcha, un diario iba a salir a la calle como en aquéllos que parecían ya pasados tiempos, cuando la censura previa se ejercía directamente sobre las pruebas de imprenta.

El control policial alrededor de la zona donde están situadas las instalaciones de 'Egin' continuó aún algún rato más, procediendo los agentes a la detención y cacheo de los compañeros que, por fin, con unas horas de retraso, iban a poder volver a sus casas. Más sustos, más miedo –porque nos da miedo el despliegue policial y la metralleta contra unas cuantas páginas de papel– y, por fin, otro más, un periódico más a la calle, vergonzosamente, por nuestra parte, mutilado, pero en la calle.