Alvaro  Reizabal
Alvaro Reizabal
Abogado

El timo de la estampita

No son los únicos casos de estas utilizaciones abusivas de las normas electorales, pero es innegable que violan su espíritu y las razones por las que se exigen ciertas condiciones.

Cuando Maroto cayó estrepitosamente derrotado en las generales por el candidato de EH Bildu Iñaki Ruiz de Pinedo, el PP decidió urdir una maniobra para que el perdedor tuviera acceso a un puesto en el Senado que le permitiera disimular la derrota y, de paso, seguir chupando de la piragua. Así que el alavés se empadronó en una aldea de Segovia, en la que ni siquiera había estado en su vida, y eso les permitió nombrarle senador por designación automática de la Junta de Castilla y León. Una chapuza impresentable.

Al desembarcar Feijóo en la dirección del partido, tras el defenestramiento de Casado y su troupe de lanzadores de huesos de aceituna, se publicó que los días de Maroto como portavoz en el Senado estaban contados, porque al gallego no le había gustado nada la operación Sotosalbos y la carambola de esa designación.

Ahora resulta que lo que ocurre es que Núñez quiere repetir la magistral jugada, y deja de ser presidente de la Xunta de Galicia, pero le nombran senador por designación autonómica y presidente de los grupos parlamentarios del Congreso y del Senado para poder medirse con Sánchez. Algo para lo que nadie le ha votado, y, para lo que ni siquiera se ha presentado.

Algo similar pasa con la candidata de Vox a las andaluzas. Resulta que Olona, alicantina de nacimiento, se ha empadronado en casa del presidente provincial en Granada, condición necesaria para poderse presentar, habiendo reconocido el dueño de la casa que ni vive allí ni se le espera. Pero Macarena, con su chulería y ese gracejo andaluz de Alicante que le caracteriza, al haberle preguntado por el empadronamiento de conveniencia ha contestado que qué pasa. Salió del desfile de moros y cristianos, se puso un traje de lunares y un clavel en la cabeza y ya tenemos candidata: «La Niña del Sacromonte».

No son los únicos casos de estas utilizaciones abusivas de las normas electorales, pero es innegable que violan su espíritu y las razones por las que se exigen ciertas condiciones. No son más que encajes de bolillos, ingenierías que encubren un fraude electoral.

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