En el artículo del pasado 3 de abril titulado "Dan ganas de llorar" dábamos cuenta de que las constructoras israelíes habían empezado a hacer publicidad diciendo que había llegado la hora de despertar, y que tener una casa en la playa era un sueño. La campaña con fotomontajes de cómo sería tu futuro chalé en la playa de Gaza se producía en plena masacre de la población civil, y denunciábamos una de las finalidades ocultas del genocidio del pueblo palestino: la especulación inmobiliaria, y el interés de los judíos para llevarla a cabo de eliminar a los palestinos y hacer una autopista por el centro de la franja. Concluíamos que daban ganas de llorar y vomitar.
Ahora, Trump, antes de un mes desde su toma de posesión, revela sus intenciones de hacerse con esas tierras y pasar a ser los dueños de la Franja, que es un sitio estupendo para convertirlo en la nueva Riviera de Oriente Medio. La mitad del trabajo ya está hecho, porque todo está destruido. No quedan ni casas ni carreteras ni hospitales ni ningún tipo de infraestructuras, así que lo más práctico y sencillo para el emperador naranja va a ser arrasar con todo para que quede limpio y construir un gigantesco resort de lujo, del que, por supuesto, serán dueños él y los suyos. Da igual que para eso haya que echar a sus legítimos propietarios, un par de millones de desarrapados, a los que tendrán que acoger países vecinos, les guste o no, porque así se le ha ocurrido a él. Da lo mismo también que los palestinos estén en la Franja porque en su día les echaron de sus territorios históricos y los desterraron a ese lugar de los horrores. Todo da igual, porque lo único que importa es el negocio: es el mercado, amigo.
Dice que Gaza es un infierno y que los palestinos deben irse, porque así no recibirán disparos (¡!). Matan a 50.000 personas y ahora a los que quedan vivos les dan la solución de que se vayan para que no les maten. ¡Qué desfachatez!
Por eso, no es de extrañar que, ante la brillantez de sus planteamientos, proclame que merecería que le concedieran el Premio Nobel de la Paz.
