Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

El caso de la joya robada

El desbordamiento evidente del sistema público no ha pasado desapercibido a las grandes aseguradoras, que, en connivencia con la banca, han puesto en marcha su engrasada máquina de hacer dinero.

Hoy toca una de atracos. O, para ser más exactos, de un brillante robo de guante blanco: la «joya de la corona» de la gestión autonómica vasca, Osakidetza, ha desaparecido. La buscan, pero no la encuentran por ningún lado. Con la modestia de Poirot y la audacia de Holmes, trataremos de resolver el caso siguiendo las pistas que vayamos encontrando.

Para empezar, fijaremos una línea temporal que comienza mucho antes de la pandemia. Recortes recurrentes, precariedad laboral, privatización de servicios, falta de medios, de organización y de planificación eran los principales síntomas de una crisis de carácter estructural previa al inesperado y fulminante embate del coronavirus. A partir de la primavera de 2020, un tejido sanitario debilitado por una deficiente gestión sostenida en el tiempo tuvo que hacer frente a una coyuntura sin precedentes, que salió adelante solamente gracias al esfuerzo extenuante de los profesionales de la sanidad.

Pasada la pandemia, la situación ha empeorado. El deterioro del servicio se traduce en una atención primaria colapsada, agendas de especialistas sincopadas, listas de espera como nunca se han conocido, alarmante falta de profesionales, etc. Entretanto, en Osakidetza nunca han escatimado en escándalos. Adjudicaciones irregulares, filtración de exámenes en las oposiciones, amiguismos, nepotismos y favoritismos variados, vacunaciones ilegales, varapalos judiciales... El lote completito.

Pero abramos otra línea de investigación. En los últimos cinco años, el negocio de los seguros sanitarios privados ha reconocido un incremento superior al 20%. El desbordamiento evidente del sistema público no ha pasado desapercibido a las grandes aseguradoras, que, en connivencia con la banca, han puesto en marcha su engrasada máquina de hacer dinero. La patronal aseguradora confiesa sin rubor beneficios exponenciales.

Como casi siempre, la columna se me queda corta, así que dejo para ustedes la tarea de atar cabos. A ver si, entre todos y todas, encontramos la joya y encerramos a los cuarenta ladrones.

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