Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Ent

El tránsito de una realidad física a otra virtual ha traído una más que preocupante oralización de la escritura: escribimos como hablamos. Mal. Y lo que es peor, no está mal visto.

El 3 de diciembre de 1992 los medios informaban de la tragedia medioambiental provocada por el hundimiento del Mar Egeo y también de que Telefónica había tomado la decisión de desconectar las líneas eróticas por razones éticas. Pasaba desapercibida esta otra noticia: ese jueves se enviaba el primer SMS de la historia. Lo hacía un ingeniero de Vodafone, a través de su red en Estados Unidos, con el texto «Feliz Navidad». Este nuevo sistema de comunicación, al alcance de cualquier alma con móvil, nacía con una limitación, el número de caracteres. De hecho, este factor determinaba el precio del servicio: cuanto más largo el mensaje, mayor coste. Se abría la puerta a una revolución que ha convertido «también» en «tb», «bueno» en «wno», «Por favor» en «xfa» y «porque» en «pq».

Pero el fenómeno, conocido como «textspeak» en inglés, va mucho más allá de la economía del lenguaje en las redes sociales y ha terminado por contaminar el conjunto de la comunicación social. De hecho, el tránsito de una realidad física a otra virtual ha traído una más que preocupante oralización de la escritura: escribimos como hablamos. Mal. Y lo que es peor, no está mal visto. La banalización de la escritura a través de abreviaturas imposibles, símbolos de colores, emojis o gifs ha desembocado en la peor pesadilla para cualquier sistema de comunicación escrito: la aceptación del error. No importa si se escribe bien o mal. Con h o sin ella, con v o con b. Y no hablemos de las comas, porque ni están, ni se las espera. Para quienes entendemos la escritura como base fundamental del desarrollo cognitivo en lo individual y como eje ineludible del progreso cultural de una sociedad, participar en un grupo de Whatsapp es una suerte de tortura que amenaza con hacer explotar el cerebro.

Termino con una cita de Bárbol, guardián del bosque de Fangorn, personaje con forma de árbol creado por la prolífica mente de J. R. R. Tolkien para su novela "El Señor de los Anillos": «Lleva mucho tiempo pronunciar algo en la antigua lengua Ent. Y nunca decimos nada, a menos que merezca la pena el tiempo que requiere decirlo».

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