Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Negra Navidad

Así vamos. De dislate en dislate. Y claro, el cristiano de a pie, visto quienes manejan el pandero, opta por buscarse la vida, aunque sea en la farmacia.

Mañana es Santo Tomás, el apóstol, el original, discípulo directo de Jesús de Nazaret. Es un santo global, porque lo veneran tanto la iglesia católica como la ortodoxa. De apellido Dídimo, no suele citarse su primer nombre, Judas, por lo que sea, y era primo en segundo grado del mismísimo Jesús. Es un santo de primer orden, primigenio, y no debe confundirse con otros posteriores, como Santo Tomás de Aquino, que vivió en el siglo XIII; ni con Santo Tomás Moro, venerado también por los anglicanos; ni tampoco con Santo Tomás de Dinh Viét Du, un santo vietnamita que fue decapitado en el siglo XIX después de sufrir severas y exóticas torturas.

Dejando a un lado el santoral, Santo Tomás es una fecha muy señalada en el calendario de los vascos. Especialmente en Bilbo, Donostia, Arrasate, Azpeitia, Lekeitio, Errenteria, Irun, Usurbil... Es un día de celebración, de mercado, de música y de fiesta. Comienza el solsticio de invierno con la noche más larga del año y para la mayoría es algo así como la antesala de la Navidad.

Bueno, pues este año tampoco se celebra Santo Tomás. Quiero decir que no hay feria. La evolución desfavorable de la pandemia y la preocupante situación de los hospitales aconsejan impedir que los baserritarras coloquen sus productos en la calle, evitar la venta de txakoli en los puestos al aire libre y trasladar así la presión humana a los bares, que no darán abasto para reclamar el pasaporte de marras a los sedientos celebrantes.

Así vamos. De dislate en dislate. Y claro, el cristiano de a pie, visto quienes manejan el pandero, opta por buscarse la vida, aunque sea en la farmacia. Por eso los test de antígenos, que parecen una prueba de embarazo y causan la misma angustia, amenazan con agotarse. Porque casi nadie quiere perderse la Navidad, aunque este año nos cueste un riñón mantener las luces en el árbol y el otro impedir que se vea demasiado el mantel de la mesa grande de las ocasiones.

Olentzero está en el alero, disculpen el ripio, y los reyes ya pueden tirar de magia si quieren subirse a las gibas de sus camellos. O mucho nieva, o se nos presenta una Navidad más negra que el saco del carbonero.

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