Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Resistencia

Reconforta mucho comprobar dos cosas: una, que la resistencia sigue viva; y dos, que si les pegan es porque les tienen miedo

En opinión de Urkullu, las decisiones judiciales que le llevan la contraria «son difíciles de entender». Para el resto de sentencias, autos, resoluciones y decretos que no afectan a su gobierno o a su partido, el lehendakari pide respeto. Siempre. Lo repite como un socorrido mantra que le permite salir con facilidad de situaciones comprometidas provocadas por los jueces y que, aunque son difíciles de entender para el común de la ciudadanía vasca, a él ni le afectan ni le importan. Para ésas, respeto.

No entro en el fondo de la cuestión. No me corresponde. Sólo pongo la lupa sobre el tufo farisaico de quienes defienden a capa y espada la división de poderes, pero se ciscan en ella cuando sus intereses se ven perjudicados. Y no me entiendan mal, creo que la división de poderes no existe. No funciona. Ni aquí, ni en España, ni en ningún otro sitio. Es más, pienso que no es más que un concepto teórico encajado a golpes en un sistema dominado por un poder superior, cuyas referencias más cercanas se pueden intuir en los círculos del Ibex, y que es quien realmente controla los poderes del ejecutivo, los del legislativo, los del judicial y hasta los de Supermán.

Un poder sólido y homogéneo, pero terriblemente ergonómico, si se me permite el término. En su enfermizo afán por domeñar a ese ser vivo y dinámico que es la sociedad, se esfuerza al máximo por adaptarse a cualquier circunstancia nueva, desconocida o amenazante y, eso sí, con la ventaja que le dan los recursos económicos ilimitados, termina siempre por imponer el gatopardismo allí donde la partida se le complica un pelín más de lo normal. Porque sigo dándole vueltas a cómo narices ha podido ganar la derecha en Parla, y no encuentro otra explicación.

Frente a todo esto que les digo, que me empuja con fuerza al pesimismo, me encuentro con que las diferentes policías que pueblan nuestro territorio siguen dando de palos a los jóvenes en las calles por el simple hecho de protestar contra la injusticia. No es que me alegre por los detenidos y contusionados, todo lo contrario, pero reconforta mucho comprobar dos cosas: una, que la resistencia sigue viva; y dos, que si les pegan es porque les tienen miedo.

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