Anjel Ordóñez
Anjel Ordóñez
Periodista

Sufrimiento

Ha pasado un año, doce meses de angustia persistente, de incertidumbre y de miedo. Miedo a enfermar e incluso a morir, a perder a nuestros seres queridos; miedo a la crisis económica

El sufrimiento es, desde cierta perspectiva antropológica, uno de los principales generadores del pensamiento filosófico. Desde el principio de los tiempos, el martirio existencial es el potente motor que ha empujado a las grandes mentes a tratar de desentrañar las cuestiones fundamentales sobre el origen, el sentido y el destino del ser humano. El sufrimiento es inherente a nuestra realidad. En general, va y viene, nos curte, nos hace madurar y crecer como personas. Pero cuando se convierte en crónico, cuando no abandona y se apodera de la existencia, cuando penetra en la vida y se niega a dejarla fluir, el sufrimiento se torna enfermedad. Un mal que brota en el ámbito de lo espiritual, pero termina por invadir el plano psíquico y, finalmente, compromete seriamente el bienestar físico.

Saben de lo que hablo. Ha pasado un año, doce meses de angustia persistente, de incertidumbre y de miedo. Miedo a enfermar e incluso a morir, a perder a nuestros seres queridos; miedo a la crisis económica, a la escasez y a la miseria; miedo a la soledad, al abandono, al desamparo. Miedo al miedo. Para muchas personas, y cada vez más, la angustia amenaza con alcanzar los niveles patológicos de los que hablaba al principio. Los que determinan que el sufrimiento desborde las capacidades naturales de asimilación mental, bloquee las herramientas de regeneración psíquica y se convierta en enfermedad. Individual, pero también colectiva. Pandemia existencial.

El virus es real, es físico, se ve al microscopio. Se puede analizar, diseccionar y contabilizar. Hasta se puede combatir y prevenir, con mayor o menor éxito. El sufrimiento se adivina. En los ojos, en las miradas. Señorea por las calles vacías y las noches en silencio. Invade las no fiestas, reprime los amores perimetrales, convierte los hogares en celdas y separa a las madres de sus hijos.

En este punto cito al profesor Ignasi Fuster, vicedecano de la Facultad de Filosofía de la Universitat Ramon Llull: «El pasado se recuerda tantas veces dramático; el presente se nos presenta angustioso; y el futuro se presagia incierto, dominado por un miedo que amenaza con apoderarse del alma humana y de su libertad».

Y para esto no hay vacuna.

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