Hoy toca efemérides. De haber sido un elfo, el escritor John Ronald Reuel Tolkien hubiera cumplido hoy 130 años. De todos es sabido que los elfos, la raza más antigua y noble de la Tierra Media, son seres inmortales, que alcanzan su madurez cuando cumplen los 50, y a partir de ahí no envejecen ni mueren, salvo por razones violentas ajenas a su organismo. Pero como Tolkien era humano, lleva casi 50 años muerto.
El escritor y filólogo inglés es una de las figuras más sorprendentes y apasionantes de la historia reciente de la literatura. Conocido por la saga de «El Señor de los Anillos», llevada al cine con éxito y diría que con acierto, fue también autor de «El Silmarillion», obra póstuma y manuscrita, que recoge buena parte de la compleja mitología sobre la Tierra Media contenida su «legendarium».
Él mismo escribió, en una carta remitida a un amigo, que «mi legendarium, especialmente la ‘Caída de Númenor’, se basa en mi concepción de que los hombres son esencialmente mortales y no deben tratar de volverse ‘inmortales’ carnalmente».
Cualquiera que haya leído su obra o parte de ella, reconocerá que Tolkien fue una mente privilegiada en el terreno de la fantasía, de la literatura fantástica. Pero, como persona, tampoco dejó a nadie indiferente. Mantuvo hasta su muerte un carácter marcadamente religioso, y aunque en su obra no aparecen referencias específicas al Dios cristiano, su visión mitológica de la existencia cuadra perfectamente con la esencia del catolicismo. Y aunque fue un declarado opositor del nazismo, su ferrea línea del fundamentalismo religioso y su profundo anticomunisno le llevaron a defender al franquismo. La misma mente que creó a Sauron y su Gran Poder Maligno, que diseccionó con precisión milimétrica el poder de las tinieblas, sucumbió a la propaganda del dictador y a las leyendas de curas y monjas violados y quemados por los milicianos republicanos en ceremonias satánicas. Pero también dijo: «Mis opiniones políticas se inclinan más y más hacia el anarquismo, entendido filosóficamente, lo cual significa la abolición del control, no hombres armados de bombas». Un tipo apasionante.
Tolkien
Y aunque fue un declarado opositor del nazismo, su ferrea línea del fundamentalismo religioso y su profundo anticomunisno le llevaron a defender al franquismo.
