Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

Hastío postvacacional

No es depresión postvacacional sino tedio, aburrimiento y desazón. Sensaciones que te llevan a pensar que no hay solución posible y que provocan un profundo hastío, agravado ante la certeza de que la situación política en Madrid sigue exactamente igual que como lo dejamos hace 15 días y de que no hay previsiones de cambio en un futuro inmediato. Lo reconocía ayer en Twitter el escritor Isaac Rosa, quien argumentaba que "la pereza que me da hoy todo lo de Bárcenas es un éxito de Rajoy, se lo reconozco: resistir, dejar pasar el tiempo y que nos aburramos". Esta es la gran victoria de la casta política española: hacernos tolerantes ante cualquier exceso. Se trata del KO por agotamiento. Seguir en pie cuando el resto abandona, descorazonado. Atornillarse al poder y resistir como los últimos de Filipinas, conscientes de que esta es una carrera a largo plazo y el botín sigue aguardando a los pacientes.

Escuchar ayer, de nuevo, el nombre de Luis Bárcenas y presenciar, otra vez, las evasivas de María Dolores de Cospedal me provocaron un agotador sentimiento de «déja vu». Soltar un resoplido, mirar para otro lado y seguir caminando como si la lluvia de fango no manchase. ¿Quién se escandaliza ya con cada revelación sobre las corruptelas del PP? ¿No hemos perdido acaso toda capacidad de indignación? Que los ordenadores de Bárcenas lleguen al juez sin disco duro tendría consecuencias en cualquier Estado civilizado. Que la secretaria general del partido que ha ocultado deliberadamente las pruebas saque pecho y, ante estas evidencias, afirme sin que le tiemble el entrecejo que su formación es «la que más ha colaborado con la Justicia» es solo un ejemplo más de un cinismo ilimitado. Que para evitar las preguntas sobre corrupción esa misma secretaria general, que ni siquiera forma parte del Gobierno, adelante datos del paro que deberían de ser confidenciales únicamente es una muestra más de que el Estado español es una monarquía bananera.

¿Y qué? ¿Va a pasar algo?

«Ya he dicho todo lo que tenía que decir», asegura Rajoy, a quien ni siquiera le preocupa que su declaración de agosto en el Congreso sea ya papel mojado después de comprobarse que mintió como un bellaco. Nada importa porque nada ocurrirá. Y si a Bárcenas le sumamos los trapicheos de Urdangarin y toda la familia Borbón, los EREs en Andalucía o más posibles imputaciones al cartel del PP en Valencia, solo por citar algunos titulares de ayer, solo podemos añadir más desasosiego y más cansancio. «Abandonad toda esperanza», titulaba un post hace seis meses, cuando el caso de los papeles y la contabilidad paralela no había hecho más que comenzar. Medio año después, la casta casta política española está aún más enfangada pero sigue demostrando su infinita capacidad de mantenerse en pie a pesar de las adversidades. Con su resistencia a prueba de bomba han logrado un objetivo: inmunizar a la ciudadanía. Colocarles una vacuna que les permita aceptar una y mil tropelías sabiendo que la siguiente siempre puede ser todavía más infame. Acostumbrarles a la corruptela, convertida ya en un detalle más del paisaje.

La pereza ante la corrupción es la victoria del perseverante y la derrota de toda una sociedad. A los independentistas, al menos, nos debería de mover para huir cuanto antes mejor.

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