Alberto Pradilla
Alberto Pradilla

El horrible teatro del Congreso

El ambiente pueril e inconsistente, frívolo pero con una estética sobreactuadamente soberbia, clasista y teatrera es, probablemente, una de las cosas más horribles del Congreso español. Parapetados tras las vallas policiales, refugiados del frío y de la gente corriente y sus apestosas miserias, uno tiene la sensación de que entra en una especie de isla de «Lost», una burbuja al margen del espacio-tiempo y donde rigen normas sociales propias, parecidas a la decadencia victoriana.

Las grandes jornadas donde el hemiciclo se llena, como el Debate sobre el Estado de la Nación, concentran la esencia de esa inmensa representación. Existe una insultante descompensación entre la importancia de lo que allí se trata con el modus vivendi de quien tiene la última palabra. De las formas, en un sentido amplio, con el fondo. Desde la solemne puesta en escena hasta la algarabía hooliganesca de las dos grandes bancadas (PP y PSOE), nos dejamos llevar por una coreografía retórica pero completamente hueca. Sin embargo, las decisiones que ahí se toman influyen directamente en la vida de la gente. Nadie lo diría si se acerca a al interior de esa casa.

Como ejemplo, la crónica del periodista Chapu Apaolaza para Vocento. "El día en el que el Estado se tenía que mirar a sí mismo, debió verse y, a juzgar por las carcajadas, se hizo mucha gracia". No se puede explicar mejor. No se puede explicar mejor. Eso fue lo que ocurrió. Luego podemos entrar a valorar la realidad paralela presentada por Mariano Rajoy o la desfachatez de un titubeante Rubalcaba. Pero esto es otra cosa. Si uno sube a la tribuna y presencia cinco minutos del espectáculo, todo queda desdibujado por el insultante chisgarabís que proporcionan unos señores emperifollados que demuestran que no tienen nada que perder porque saben que están blindados.

Observo que no he usado en ningún momento la palabra «democracia». ¿Iba de eso verdad? No lo tengo claro. Hace unos meses escribía una columna titulada «guillotina» que venía a decir lo mismo. De verdad, sé que muchos tienen suerte de que apenas haya público en las gradas. Porque si cualquiera de los que sufre ahora mismo la creciente exclusión social comprobase esta cínica zafiedad con sus propios ojos, tengo claro que los correrían a gorrazos. Ya lo dicen Riot Propaganda, el proyecto conjunto entre los Chikos del Maíz y Habeas Corpus. Yo también quiero mi guillotina en la puerta del Sol.

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