Koldo Campos
Koldo Campos
Memoria que respira y pan que se comparte

El mensaje (Versión libre de cuento anónimo “El anillo del rey”)


Había una vez un rey que quiso grabar en su anillo un mensaje en el que hallar la fortaleza cuando se enfrentara a la adversidad más calamitosa. El mensaje debía ser tan hermoso, tan útil y tan breve... que nadie en su reino fue capaz de crearlo. Mucho menos el rey. Algunos mensajes resultaron excesivamente largos; otros demasiado tontos; y algunos otros, tontos y largos. Ninguno complacía al rey. Y así fue hasta que un día, una mujer que pasaba por allá escribió en un diminuto papel tres breves palabras y tras doblarlo tantas veces que casi ni se advertía le dijo al rey:

-Aquí tienes lo que buscas, pero no podrás leerlo hasta que sientas sobre tu cabeza una mortal amenaza que te haga palidecer. Entonces, cuando recuperes el color, podrás leer el mensaje. Solo entonces.

El rey cumplió durante muchos años la promesa que le hiciera a la desconocida mujer. Exactamente hasta que llegó la peste. Con la peste aumentó el hambre, la miseria… La muerte pasó a dar los buenos días y las buenas noches. Era la muerte la que daba la hora. El rey desolado, conmovido, a punto de rendirse, no quiso esperar más y desdobló aquel secreto mensaje que llevara en su dedo anular tantos años : “ESTO TAMBIEN PASARA”.

Con esa certeza en su ánimo, el rey se incorporó de su cama, contagió su entusiasmo a los plebeyos que aún quedaban vivos y, unas semanas más tarde, la peste desapareció.

Tan contento estaba el rey que, para celebrarlo, instauró la república y, ya como primer ministro, mandó festejar durante siete días y siete noches consecutivas el triunfo sobre la peste, comiendo y bebiendo todos juntos.

Se distribuyeron miles de garrafas de vino y licores, además de kilos y kilos de carnes y frutas. Y hubo bailes y juegos y fuegos artificiales y banquetes… hasta que, ya borracho, el primer ministro se desplomó sobre el mantel. Con el impacto de la honorable cabeza en la fuente de la mayonesa, salió despedido el mensaje de aquella ignorada mujer y quedó abierto, a la vista, entre la servilleta y un hueso de aceituna: “ESTO TAMBIEN PASARA”.

(Preso politikoak aske)

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