Aseguran los franceses, que acostumbran a hinchar pecho patrio como el gallo que les representa, que el de Bourget es el salón aeronáutico más importante del mundo mundial. Lo cierto es que al Paris Air Show, como le llaman los británicos, acuden cada dos años las empresas aeronáuticas y militares más importantes del planeta, entre ellas las israelís, que este año han sido vetadas por el gobierno galo porque pretendían traer a sus mostradores “armamento ofensivo” de ese que se arroja sobre población civil desde el cielo de Palestina. Y hasta ahí podíamos llegar, se ha indignado un François Bayrou que ha denunciado que “la situación en la franja de Gaza es moralmente inaceptable”, por lo que se impone “reprobación” y “distancia” para con la industria militar del país de la estrella de David. Otra cosa es la reprobación y la distancia hacia ese mismo país que lleva matando decenas de miles de hombres, mujeres y niños sin que ninguno de los mandatarios de las potencias occidentales haya contenido la respiración un solo instante, incluido el presidente de la Patria de los Derechos Humanos que aún no se ha decidido a reconocer el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado y por consiguiente su propia ciudadanía. Lo que viene a confirmar que Macron, el show con el que nos sobrevuela desde París y sus discursos de salón no son más que aire.
