Iñaki Lekuona
Iñaki Lekuona
Irakaslea

Locos

En efecto, este menor mató a su profesora, terrible, pero a todas luces hoy los chiflados son aquellos que estiman que no se hace justicia con injusticia

Ya apenas nadie se acuerda de aquella Encelopatía Espongiforme Bovina con la que la ganadería intensiva pinchó en hueso y que supuso que lo mejor de la chuleta se quedara en el plato. Ha pasado más de un cuarto de siglo de aquella enfermedad de las vacas locas que se explicó con un “bóvido no come bóvido” y que señaló con el dedo acusador a la industria cárnico productivista por intentar acelerar los plazos de crecimiento de los hervíboros con proteínas de origen animal. Representantes de ese mismo sector copan la mayor feria agroganadera de Francia, en la que Macron estuvo este fin de semana, sabedor de que un puñado de activistas ecologistas intentarían convencerle de que otra manera de comer y de vivir es del todo posible. Pero el presidente sabe que se equivocan. Porque “hombre sí come hombre”. Lo llevamos haciendo siglos. Por eso nos hemos vuelto locos. Tanto como para que un fiscal y un juez, en lugar de declarar el ingreso en un centro psiquiátrico de un menor con un evidente problema de salud mental, lo envíen a prisión azuzados por una opinión pública demasiado acostumbrada a devorar seres humanos. Ahora, niños. En efecto, este menor mató a su profesora, terrible, pero a todas luces hoy los chiflados son aquellos que estiman que no se hace justicia con injusticia. Y la prisión para un menor enfermo es una medida del todo injusta. De hombres locos como vacas.

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