El terrorismo ha golpeado de nuevo», ha declarado en tono grave el ministro de Interior francés después de que este pasado sábado en los alrededores de Mulhouse, donde se celebraba una manifestación para denunciar la situación del Congo, un atacante, puñal en mano, matara a un hombre e hiriera a tres policías municipales al grito de Allah Akbar. Bruno Retailleau, muy dado a mostrar firmeza en estas situaciones, no ha dicho sin embargo esta boca es mía sobre el ataque perpetrado pocos días antes en un centro cultural en París, donde una veintena de militantes de extrema derecha abordaron una sala donde se proyectaba un filme hiriendo a decenas de personas, una de ellas por arma blanca. Pero es que resulta que, aunque el cuchillo empleado tenga igualmente una hoja de acero afilado, en un caso el que lo empuñaba es inmigrante, mientras que en el otro son todos franceses de pura cepa, preocupados, como el propio ministro de Interior, por esa ola de extranjeros que está contaminando la cristianísima y blanca Francia, como estos turcos y kurdos izquierdosos que, de manera insultante, habían organizado la provocadora velada cinematográfica en torno a la conocida película «Z» sobre la dictadura militar griega. Eso sí, el saludo nazi de Steve Bannon, muy mal; porque vaya puñal al argumentario de Retailleau.