Hay atracos que no necesitan ni de pasamontañas ni de armas, apenas la tinta oscura y discreta de los decretos oficiales, distinta de la de las rotativas, mucho más clara e indiscreta, como la que ha servido para imprimir el trabajo periodístico Le grand détournement, algo así como la gran malversación, que acaba de sacar a la luz un mecanismo invisible para la mayoría por el que cada año se desvían 270 mil millones de euros en ayudas, desgravaciones y subvenciones hacia los grandes grupos empresariales. La cifra es tan descomunal como el silencio que la rodea. Bajo la coartada de “proteger el empleo”, el Estado financia a multinacionales que acumulan beneficios récord mientras recortan plantilla o precarizan a unos trabajadores que, por la vía de sus propios impuestos, financian un sistema que permite que sigan siendo explotados. Lo que revela esta investigación, que llega en medio de un debate sobre la crisis de la deuda, es un sistema diseñado para transferir riqueza de abajo arriba, consolidado durante tres décadas por gobiernos de distinto signo, entre ellos el presidido por un tal Nicolas Sarkozy que acaba de ser condenado a cinco años de prisión por asociación de malhechores. No es poco botín, pero hay muchos más maleantes y son esos mismos que nos piden austeridad mientras nos saquean al mismo tiempo.