En medio del mogollón sanferminero, nos da también por desatar nuestras obsesiones feministas, espléndidas en la hierba. Por supuesto, charlamos sobre las posiciones transexcluyentes, sobre por qué para algunas mujeres y chicas jóvenes estará resultando tentador excluir a las mujeres trans del feminismo. No sé cuántas serán las que se están apuntando a esta peligrosa deriva que se repliega en el binarismo de género, pero me va pareciendo necesario preguntarnos con qué miedos o necesidades femeninas conectan. Planteármelo me produce incomodidad, grima en lo propio y en lo antagónico, como siempre que las gentes oprimidas confunden el enemigo.Me pregunto en qué sofá viven, para no haberse cruzado nunca con una mujer trans que haga desplomar sus prejuicios, sus fantasmas supremacistas. A falta de una de carne, silicona y hueso, les suelto aquí a Elektra, fascinante reina negra drag de la serie "Pose", poniendo en su sitio a una señora. «Quizá Dios la bendijera con barbies, un jardín con ponis, un novio rubio y un embarazo no deseado que su padre interrumpió para que usted fuera a la universidad y se licenciara en ser una arpía. Nada de eso la convierte en una mujer. Su uniforme de falda pantalón, perlas falsas y coletero de cincuenta centavos no oculta el hecho de que usted no sabe qué es. Sé que nuestra presencia le supone una amenaza, hemos luchado por nuestro sitio en una mesa y eso nos ha hecho más fuertes de lo que usted será jamás. Así que, recoja su mandíbula del suelo y vuelva a su sopa de almejas y a su charlita trivial, mis amigas y yo no vamos a movernos de aquí». Ya nos lo dijo la activista trans Kim Pérez en una de las primeras jornadas feministas de las que no fue expulsada, en Córdoba en el 2000. «El hecho trans plantea una pregunta al movimiento feminista: o las mujeres trans tienen pleno derecho a ser entendidas como mujeres, dentro de los presupuestos binarios del sistema sexo-genero, o su existencia manifiesta el fin de la binariedad».