Mi amiga logró escapar del piso de aquel tipo que probablemente no solo iba a violarla. Él se había hecho pasar por amigo, hasta tenerla donde quería. No voy a explicar aquí por qué subió a su piso: solo tengo 2.000 caracteres y esto no es un tribunal. En cuanto estuvieron a solas, se transformó. Desde que te vi por primer vez supe que serías mía, le dijo. Aterrador. El género de las mujeres es a menudo un thriller romántico, y para nosotras suele ser tan perjudicial el amor como la violencia. Ella vio en ese instante lo jodidamente peligroso que era él y empezó a calibrar sus posibilidades. Todo sucedió muy rápido. Él ya la había desnudado cuando mi amiga se lo cameló: vale, a mí también me apetece, pero estoy sedienta. Tráete algo para beber. Ella se la jugó a que el tipo no hubiera cerrado la puerta con llave, sabía que era su única oportunidad de salir viva. Pudo abrir la puerta, por eso estoy contando esto. Y bajó por las escaleras gritando hasta llegar a la calle. A las peores calles de Barcelona, las nuestras. Cuatro de la madrugada de un día de entresemana de invierno, El Raval. Y mi amiga corriendo, descalza y desnuda. Se escondió en unas construcción cercana, donde la encontraron horas más tarde los obreros.

Mi amiga era, es y será profundamente libertaria, feminista, antirracista... e independentista. Siendo valenciana, ser indepe tiene mucho mérito. En Barcelona hay una mujer que lo dejó todo por defender a las violadas, María José Varela. Parece muy pija y es la caña. Acompañé a mi amiga a una reunión con ella para formalizar la denuncia. El tipo era egipcio y no tenía papeles, aunque sí una condena por violencia machista en Italia. A mi amiga le salió del alma herida: ¿y no podríamos hacer que lo expulsen y ya...? Vuelve a ponerme cachonda evocar a aquella abogada feminista proclamar: no pienso utilizar esa ley de extranjería infame. Fue ella quien me explicó que el feminismo rechaza el punitivismo. Nos toca volver a defenderlo ante un proyecto de ley por la libertad sexual que pretende infantilizar el consentimiento de las mujeres. Y encerrar a todavía más hombres más tiempo.