Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

Hasta los muy hombres acabarán twerkeando

Iba a decir que los hombres no twerkean, pero acabo de evocar a la banda Artistas del Gremio: los disfruté este verano en fiestas de Bargota. Sacan a bailar a los muertos, qué subidón

Para mi amada perpetradora del colectivo artístico feminista O.R.G.I.A. Tatiana Sentamans, la fiesta es «salir a restregar los culos». Con otras, se entiende. ¡En São Paulo te lo pasarías teta, Tati! Recién aterrizada, me llevaron a bailar. Y las vi, bellísimas todas, en su alegría y en su diferencia. Más flacas, más carnosas, más marimachas, más putonas... Twerkeando en el suelo, sacudiendo sus nalgas como flanes endemoniados, arrimando eufóricas culo a culo, culo a coño, amigas o desconocidas, armando de nuevo nuestro círculo de brujas, pero con una hecatombe de glúteos en medio... Eran además encantadoras, acabamos cantando Rosalía.

Por cierto, no había apenas hombres alrededor, acaso algún marica: bailaban para ellas, y para el cosmos. No sé con quién follarán estas chicas, pero apuesto a que follan rico. Verlas es poderío, y bollerío, of course. Y me reafirma en que las feministas que odian el perreo y a las perras, con las que estoy en desacuerdo en casi todo, son fundamentalistas heterosexuales y/o sexófobas, además de indisimuladamente racistas. Iba a decir que los hombres no twerkean, pero acabo de evocar a la banda Artistas del Gremio: los disfruté este verano en fiestas de Bargota. Sacan a bailar a los muertos, qué subidón. Orquestaza febril. La barba y el instrumento quedan genial con minifalda de volantes y meneando el culo... Solo hay que salir al mundo para que se te caigan los prejuicios.

Salté de Italia a Brasil, de la Meloni a esperemos que Lula. En Padua me recibió una okupa con unas cincuenta criaturas universitarias, maravillosas, una horda horizontal y desgenerada, dispuesta a plantarle cara y culo al fascismo. En los últimos anos, el teclado brasileiro no tiene la ñ, es como si la Tierra se hubiera plagado de mis hijas bastardas. Eso sí, siempre se lo aclaro: soy una madre incestuosa. Y ahorita mismo, parto hacia una fiesta organizada por una fabulosa pandilla porno queer de São Paulo. Concluyo con un juego de palabras facilón: el círculo no se cierra, más bien se abre...

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