«Nos aseguraremos de que las mujeres de Tigray no puedan tener hijos». Este inequívoco mensaje, manuscrito en papel y fuertemente plastificado, fue extraído del cuello del útero de una superviviente de la guerra que asoló el norte de Etiopía entre 2020 y 2022. En una radiografía descubrieron que tenía alojados en el vientre, además, ocho tornillos, escombros y, muy adentro, un cortaúñas metálico. He transitado dichosamente con mis manos infinidad de vaginas, para abrir el cérvix hasta el punto de introducir objetos tendrías que utilizar una intencionalidad y una violencia atroces. De hecho, lograron sacárselos a través de una complicada intervención quirúrgica. Este espanto, junto con otros muchos, como obligar a una mujer a tener sexo con su marido recién asesinado, vienen recogidos en un informe recién publicado sobre violencia sexual y reproductiva en esta guerra. Y programática.Los soldados no violan a las mujeres del enemigo porque sí. A los soldados se les enseña y se les obliga a violar a las mujeres del vencido. Muy pocas veces violan a otros hombres y esa sí que sería una humillación al oponente, pero también una humillación patriarcal a sí mismos. Los soldados no nacieron soldados, ni siquiera nacieron hombres: tuvieron que ser convertidos y embrutecidos primero como hombres, luego como soldados. Casi todos los soldados sí nacieron pobres. Digo casi porque las y los soldados israelís no nacieron pobres.Las guerras mantienen y acrecientan las desigualdades económicas. Con las primeras acumulaciones nació el concepto de familia: no acumulo yo para que mi riqueza luego se desparrame. Y de ahí el intercambio de mujeres entre familias enriquecidas que es el origen del patriarcado. Angustiada por la suerte del mundo, vuelvo a una buena nueva neolítica. El reciente estudio de 53.000 casas de 1.000 yacimientos de los últimos 10.000 años revela que la desigualdad no surgió tan inevitablemente. Hubo poblaciones inmensas, complejas y bastante horizontales, puede volver a haberlas.