Itziar Ziga
Itziar Ziga
Una exrubia muy ilegal

Nuestra maravillosa terquedad

Es raro que en una votación parlamentaria no se conozca de antemano el resultado: claro que hablamos del demonio, señorías.

«Que ya sea ley» es lo primero que he pensado al abrir los ojos esta mañana: ¡ése es el despertar de una feminista! En 2018 sabíamos que la legalización del aborto iba a ser tumbada en el Senado, y que la lucha se redoblaría hasta que las argentinas recuperasen su libertad reproductiva. Digo recuperar porque da igual que cuando nosotras, nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras bisabuelas nacimos, ya existieran leyes patriarcales que nos castigaban por abortar: es existencialmente imposible convencer a una mujer de que su útero no es suyo. Obligarle a alguien a gestar es de una violencia intolerable. Esta vez no sabíamos qué iba a pasar. Es raro que en una votación parlamentaria no se conozca de antemano el resultado: claro que hablamos del demonio, señorías. La votación ha sido presidida por una mujer, no precisamente conservadora, pero que siempre se había posicionado contraria al aborto. Hasta que su hija y las multitudes de chavalas que abandonaban las clases para pelear en las calles su libertad sexual, reiniciando la revolución, hicieron que Cristina Fernández de Krichner haya repensado sus certezas volviéndose feminista.

Vuelvo a mi despertar de hoy. He abierto el ordenador sobreexcitada y repitiéndome que, si era que no, las marabuntas feministas no iban a parar, al contrario. Si en algo confío en nuestra maravillosa terquedad.

Las letras estaban al lado de las caras, pero solo he tenido que ver a las chicas del pañuelo verde abrazadas llorando de victoria, con sus escotazos perlados de sudor por el verano austral, para saber que lo han conseguido en Argentina.

Llevo todo el día levitando bulliciosa por la casa. Y me quedo con las preciosas y certeras palabras de la senadora Silvia Sapag. «Cuando yo nací, las mujeres no votábamos, no heredábamos, no podíamos ir a la universidad. No nos podíamos divorciar, no teníamos jubilación de amas de casa. Cuando yo nací, las mujeres no éramos nadie. Siento emoción por la lucha de todas las mujeres que están afuera ahora. Por todas ellas, que sea ley».

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