Recuerdo lo cabreada que anduve yo cuando, en las antologías de la mejor literatura universal de todos los tiempos que se lanzaron al calor del cambio de milenio, a penas había mujeres. Dos colecciones de cien libros: en una había seis autoras y en otra, tres. Por supuesto, tampoco había negros, ni moros, ni gitanos, ni de casi nada. Recuerdo también las respuestas de varios amigos cuando les hice las cuentas: Itzi, es que vosotras no habéis tenido estudios durante siglos; Itzi, la buena literatura es buena literatura, no importa el género. Me cabreaba aún más. Siempre la misma pescadilla que se muerde la cola, tan cargada de inconsciente pero misógina condescendencia. Siempre, hasta ahora. A mi yo cabreada de hace dos décadas, le digo a menudo: ¡nena, lo que vas a flipar con la revolución que provocaremos!
Hoy, ya no hay tanta reacción supremacista condescendiente, solo violenta: señal inequívoca de que le hemos metido una buena patada en los huevos al patriarcado. Hoy, las mujeres y otras parias de género, no solo hablamos y narramos, sobre todo se nos escucha. Y no es por restitución justiciera ni discriminación positiva, menos aún porque hayamos desbancado a los machos para ponernos nosotras… ¡cada vez que les escucho erigirse como víctimas de una caza de brujas, prendería una pira! Voz tuvimos siempre, hasta las mudas. Lo que no teníamos era altavoz.
Virginie Despentes, afirma clarividente: si te pones en el punto de vista de un hombre blanco, de derechas y hetero, los últimos diez años son un infierno. La imprescindible Carla Antonelli, la clava: ¿cultura de la cancelación? Se resisten a afrontar la realidad. Si te dejan de seguir porque eres un cafre, ajo y agua. Para la inmensa Rebecca Solnit: se puede ver todo el proyecto del patriarcado como 5.000 años de cancelación de las mujeres.
Diferenciar categóricamente, siempre ha estado al servicio de jerarquizar. Y arriba de una pirámide, caben muy pocos. Ya lo aclaró la gran Al-Khansa hace catorce siglos cuando le dijeron que era la mejor poeta árabe con tetas: yo soy la poeta más grande entre los que tienen testículos también.
Pobrecicos señoros Vol.3
Hoy, ya no hay tanta reacción supremacista condescendiente, solo violenta: señal inequívoca de que le hemos metido una buena patada en los huevos al patriarcado
