Iñaki  Soto
Iñaki Soto
GARAko Zuzendaria / Director de GARA

Al delegado más dicharachero del Reino de España

Ayer el delegado de Gobierno español en la CAV, Carlos Urquijo, hizo dejación de su cargo en dos sentidos: en primer lugar, porque en calidad de máximo representante del Gobierno español en algunos de nuestros territorios, no puede verter injurias contra el máximo representante electo de los guipuzcoanos; en segundo lugar, porque si esas acusaciones tuviesen algún viso de ser verídicas, entra dentro sus funciones el acudir a los tribunales a denunciarlas (en la medida en que ejerce la jefatura de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, bajo la dependencia del Ministerio del Interior).

Habrá quien al leer esto piense «¡cuidado, no le des ideas!». Pero no son ideas lo que le faltan a Urquijo, son pruebas, son hechos, son verdades. En realidad, sus palabras son la mejor prueba de sus ideas, poco democráticas todas ellas [Para mí la más antológica, que no las más grave, quizás sea esta: «Yo quiero que se tenga presente qué responsabilidad tiene cada uno en este país, y cómo, desgraciadamente, por culpa de determinadas actuaciones del Estado de Derecho, algunos de esos responsables políticos ocupan cargos institucionales muy importantes, como es el caso de Garitano»].

Dejo aquí de lado la falta de respeto que supone hacer declaraciones así en un acto de homenaje a una víctima. Ayer la imagen del día era la presencia del diputado general Martin Garitano en el homenaje a Joxe Mari Korta, y las palabras de Urquijo solo potenciaron el valor de esa estampa, nada más. Tampoco quiero entrar a que el representante del PP coincida con altos representantes del PNV en cuestionar la legitimidad de quien ha sido elegido por los guipuzcoanos en las urnas para gobernar. Me niego asimismo a entrar en el diabólico argumento circular de criticar las dos opciones posibles: si Bildu acude al homenaje mal y si no, también mal. Es tramposo, es evidente.

Pero de entre las muchas falsedades que dijo Carlos Urquijo las hay que afectan a GARA y no tenemos por qué soportar sus amenazas en silencio. Urquijo se opone firmemente a la idea de que sea un acto de normalidad que el diputado general de Gipuzkoa vaya a un homenaje por una víctima de ETA. Pues bien, consideramos que en este país hay demasiadas cosas que por haber sido comunes durante demasiado tiempo han pasado a considerarse normales. Y no lo son. Por ejemplo, que un alto cargo del Gobierno mienta, por voluntad o desconocimiento, al afirmar que «está claramente acreditado que desde "Egin" y GARA se señalaba el objetivo a la banda y se justificaban también los atentados». No es así y no lo decimos nosotros, lo dice la Justicia española, esa a la que Urquijo presta tan poca atención pese a ser su guardián en estas tierras.

En clave política, el nerviosismo de los cargos del PP ante las palabras y los hechos de los representantes institucionales de Bildu muestra que estos están acertando. Pero, lo más importante, esos representantes no actúan así mirando a qué dirán sus adversarios, sino pensando en la gente, en la ciudadanía. Por eso aciertan doblemente. Mientras tanto, yerran aquellos, en sus funciones y en sus intereses.

Por todas estas razones, hoy hemos pedido en nuestro editorial el cese del delegado del Gobierno. Es un recurso excepcional, algo que no podemos hacer cada vez que un responsable político actúa de manera irresponsable (hay días en los que deberíamos hacer una lista en vez de un artículo). Pero el grado de irresponsabilidad, la gravedad de esas acusaciones y el cargo que ostenta Urquijo así lo exigían. Hemos pedido el cese por nuestras razones, legítimas y genuinas –no solo las del periódico, sino la de una gran parte de la ciudadanía vasca que no entiende qué sentido tiene ese cargo y menos un personaje como este ocupándolo–, pero también por las suyas, las de quienes defienden que la figura de un delegado del poder central en la indómita «periferia» sigue teniendo algún sentido institucional, no solo colonial. Porque es su posición la que Urquijo ha triturado, no la nuestra.

Hoy, ufano, Urquijo ha insistido en sus acusaciones y, como prueba de su buen actuar, ha afirmado que «si eso es lo que opina el GARA en el día de hoy», cree haber acertado. Nosotros, escuchándole, creemos haber acertado. También hoy.

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