Martxelo Díaz
Las imágenes que se han vivido esta mañana en la nueva cárcel de Iruñea ha sido de vergüenza. Los responsables de Instituciones Penitenciarias solo tenían una cosa en la cabeza: dar una imagen moderna de cárcel. «Es la cárcel más moderna de España y permite que se respeten los derechos humanos, que es lo mínimo que podemos hacer, como en Alemania y en Suiza», explicó el jefe de obra. «En este módulo, los internos tienen todo para que puedan hacer todo lo que necesitan en su vida sin salir», subrayó la directora de la cárcel. Tampoco es que puedan protestar si les falta algo ni tomar la puerta...
Talleres ocupacionales, talleres productivos «en los que los internos cobran un sueldo y tienen Seguridad Social», gimnasio, salas para recibir visitas de la familia, enfermería,... Todo destinado a la reinserción, como manda la Constitución. Todo moderno y funcional.
Sin embargo, un nubarrón se cernía sobre el idílico panorama. No era la concentración convocada por Herrira, Subeltz, Salhaketa y Sanduzelaiko Auzo Elkartea, a la que relegaron al híper de Eroski (http://www.ateakireki.com/). Eran los parlamentarios de NaBai y Bildu Patxi Zabaleta y Bakartxo Ruiz que querían entregar una carta al ministro Jorge Fernández Díaz para reclamar el fin de las medidas de excepción contra los presos políticos vascos.
Desde que fueron "detectados", les pusieron vigilancia. No les dejaron acercarse al ministro y les impedieron acceder a dependencias que otros invitados o la propia prensa pudieron visitar. Había que evitar como fuera la foto de Fernández Díaz interpelado por dos representantes de la ciudadanía navarra.
Pero lo de vergüenza fue escuchar cómo unos funcionarios de prisiones mandaban con cajas destempladas a dos parlamentarios. "Fuera, que tenemos que cerrar", vociferaban a grito pelado mientras Zabaleta y Ruiz trataban de explicar a los medios las razones por las que se encontraban ayer en la colina de Soltxate, que no eran las mismas que las del Arzobispo. Unos metros más allá, en el mismo patio, se servía un lunch con música chill-out a la sombra del alambre de espino. Y eso que tenían que cerrar.
Por mucho que intenten disfrazar la imagen de la cárcel para mostrar una versión moderna del Estado español –"España, nuestro país", según Yolanda Barcina–, es de vergüenza que unos funcionarios de prisiones se impongan a dos parlamentarios electos por votación popular. Esa sí que es la España del siglo XXI.
