Dabid Lazkanoiturburu
Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea

La cara y la cruz de la gestión china del coronavirus

El mundo ha asistido estupefacto a la construcción y apertura en diez días de sendos hospitales en Wuhan, epicentro de la epidemia de coronavirus. Y la OMS ha saludado la gestión china de la crisis, que ha consistido, entre otras cosas, en aislar y poner en cuarentena ciudades habitadas por decenas de millones de habitantes en plenas vacaciones de Año Nuevo para evitar la propagación del virus.

No hay duda de que China tiene una impresionante capacidad a la hora de gestionar situaciones extremas, derivada de sus políticas de planificación y de la autoridad indiscutida de sus gobernantes. 

Pero esta cara tiene su cruz, que ha quedado en evidencia tras la muerte del médico que fue detenido por la Policía china y obligado a rectificar después de que el 30 de diciembre advirtiera a sus colegas en un grupo de WeChat (el Whatsapp chino) de que en su hospital habían aislado a siete pacientes tras haber sido diagnosticados de una neumonía parecida al Síndrome Respiratorio Agudo y Grave (SARS), el actual coronavirus.

Li Wenliang, quien fue reprendido junto con otros siete médicos y acusado de «propagar rumores» –lo que en China puede suponer 7 años de prisión– ha muerto tras haber anunciado que resultó infectado por el virus.

El suceso ha propagado rumores sobre las verdaderas causas de su muerte, pero, al margen de conspirativas y demonizaciones, lo que evidencia es el problema de falta de transparencia que genera precisamente esa autoridad (autoritarismo) que es capaz de levantar un hospital con mil camas en poco más de una semana.

Las autoridades locales tardaron en enero semanas en informar sobre la propagación del virus, temerosas de provocar la ira de sus superiores. Ocurrió también con el SARS en el año 2003.

Justo es reconocer que el Gobierno chino ha reaccionado esta vez con mayor celeridad. Su esperanza, ahora, es que la epidemia vaya perdiendo fuerza, como ocurrió hace 17 años, y acabe como un mal recuerdo.

Porque el régimen chino depende de su capacidad para garantizar el crecimiento económico y de asegurar la estabilidad y la protección a la población. Una suerte de contrato social con la sociedad china que justifica su autoritas (autoritarismo). Con su cara y su cruz.

 

 

 

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