Todo apunta, de no mediar otra vuelta de tuerca en el onanismo cainita de la izquierda, a que Podemos transigirá y negociará su participación en la marca ‘Más Madrid´, liderada en el Ayuntamiento por la jueza Manuela Carmena y por Iñigo Errejón para la Comunidad Autónoma madrileña.  

Pese a que Pablo Iglesias reaccionó en un primer momento con una comprensible iracundia a la OPA lanzada por su eterno número dos, la realidad electoral se impone y no está el horno para bollos como para dispersar el voto de izquierda en plena ofensiva nacional-derechista española.

Agravios los habrá y no les falta razón a quienes critican las formas de Errejón ­­–y  de Carmena– en este golpe de mano. Pero va a resultar que el problema no es de formas sino de fondo y apela a la contradicción a la que está sometida Podemos desde Vistalegre II, cuando Iglesias machacó en el referéndum de las bases a Errejón para luego hacer suyo el programa político y de apuesta por alianzas con el PSOE que defendía el perdedor.

Podemos vive una crisis existencial –para no pocos una lenta agonía– que ni las «malas» formas de Errejón ni el tacticismo de fondo de Iglesias parecen en condiciones de superar.