Tal y como presagiaba la evacuación masiva de civiles, Rusia ha confirmado la anunciada «decisión difícil» de retirarse de Jerson, la única capital regional en sus manos desde el 1 de marzo.
Retirada que justifica para proteger la vida de civiles y soldados y que coincide con las denuncias de rusos movilizados recientemente que aseguran haber sido lanzados hace días a una ofensiva suicida en Pavlivka (Donetsk).
El repliegue a la otra orilla del Dniéper avala a los analistas ucranianos que aseguraban que aguantar en la ciudad con el gran río a la espalda no tenía sentido militar para Rusia.
Todo ello un mes después de que Moscú anunciara la anexión, entre otras, de la provincia de la que es capital, que siguió a la retirada de la provincia también rusófona de Jarkov y coincidió con otro repliegue ruso en Liman, también en Donetsk.
El nuevo golpe a Rusia es duro y no solo simbólicamente. La artillería ucraniana, con los Himar estadounidenses, blinda ya su salida al Mar Negro ( Odesa) y tiene Crimea a tiro.
Casualmente, la portavoz rusa de Exteriores, Maria Zajarova, reiteraba ayer la disposición del Kremlin a negociar. Lo que abona la hipótesis de que podríamos estar ante una retirada-guiño dirigida a EEUU para que presione a Kiev a negociar desde una posición de fuerza tras recuperar no solo Jerson, sino más del 50% de territorio perdido desde el inicio de la invasión.
