Txisko  Fernandez
Txisko Fernandez

A la vista de los resultados…

«En Pamplona, a 21 de junio de 2011. Reunidos Yolanda Barcina Angulo en representación de Unión del Pueblo Navarro y Roberto Jiménez Alli en representación del Partido Socialista de Navarra, manifiestan…». Así comenzaba el texto del acuerdo suscrito hace cuatro años por dos personajes que han protagonizado algunos de los capítulos más sonrojantes o más hilarantes, según como se mire, de la política de nuestro país.

El texto continuaba así: «… manifiestan que una vez celebradas el pasado 22 de mayo las elecciones al Parlamento de Navara, y a la vista de sus resultados, se hace necesario asumir la responsabilidad de conformar un Gobierno de Navarra con un respaldo amplio y duradero».

Por empezar por el final, si alguien creía que la fecha de caducidad estaba fijada para el 24 de mayo de 2015, se equivocó de plano. Una noche de verano de 2012 –permítanme la licencia periodística, aunque fuera 15 de junio–, la presidenta mandó un motorista al vicepresidente para comunicarle su cese fulminante. O sea que el romance gubernamental no llegó ni a su primer aniversario.

No obstante, justo es reconocerlo, durante los tres años restantes el PSN ha hecho todo lo que ha estado en su mano para mantener en pie al Ejecutivo de UPN. Vamos, que ha cumplido el auténtico acuerdo, un pacto no escrito que no solo tenía el aval de Ferraz, sino también el de Génova.

Dicho lo cual, no hay que olvidar que Barcina ha gobernado sin un amplio respaldo parlamentario, porque UPN solo ocupaba 19 escaños, bastante lejos de la mayoría absoluta fijada en 26, a la que no llegaba ni siquiera con el apoyo eventual de los 4 representantes del PP. Eso ha conllevado que, en la última etapa, según se aproximaba la nueva cita con las urnas, la oposición aprobara significativas iniciativas, que luego han sido frenadas por el Gobierno español vía Tribunal Constitucional o por el propio Ejecutivo foral a través de maniobras dilatorias. Una oposición que sumaba 27 votos con los 8 de NaBai, los 7 de Bildu, los 3 de I-E y, al menos de cara a la galería, los 9 del PSN.

Esto viene a cuento de que, por mucho que las palabras se las lleve el viento, el papel y el pdf lo aguantan mejor y al tiempo le cuesta mucho borrarlo todo. Porque, a la vista de los resultados, el PSN lo mismo entró en el Gobierno que fue expulsado de él, mientras que UPN mantuvo la vara de mando después de perder la mayoría absoluta que le otorgaba su socio.

También bajo el epígrafe «manifiestan», UPN y PSN subrayaban que «la necesidad de superar la actual crisis económica exige un esfuerzo compartido de ambas fuerzas políticas…», insistiendo en que «resulta fundamental disponer de un gobierno estable que, aunando diferentes opciones y sensibilidades ideológicas, anteponga los intereses generales de los ciudadanos y ciudadanas navarras en pro del bien común…».

«En Vitoria-Gasteiz, a 16 de setiembre de 2013», Andoni Ortuzar Arruabarrena por EAJ-PNV, Patxi López Álvarez por el PSE-EE-PSOE y el lehendakari, Iñigo Urkullu Rementeria, firmaron el «Acuerdo para conseguir una Euskadi más moderna, solidaria, sostenible y competitiva». ¿Por qué lo hicieron? Pues, a tenor de lo que escribieron en el primer párrafo de la «Introducción»,  porque estábamos a punto de caer por el precipicio. Esto es textual: «La sociedad vasca está hoy inmersa en una delicada situación que, sin ser tan intensa como la de otras comunidades de nuestro entorno, corre el riesgo de llevarse por delante buena parte de las conquistas alcanzadas en estos años de democracia y autogobierno».

No sé si PNV-PSE tuvieron de referente el acuerdo UPN-PSN, pero lo siguiente me suena muy parecido a lo firmado en Iruñea en 2011: «Entendemos que la consecución de esos objetivos esenciales precisa de un acuerdo global, de una visión de conjunto».

Al contrario de lo que sucedió en la capital navarra, el partido de Urkullu tardó casi un año en darse cuenta de que, con los 27 escaños que le otorgaron las urnas, se había quedado muy lejos de los 38 que dan la mayoría absoluta en la Cámara de Gasteiz, por lo que su Gobierno no era estable y corría el riesgo de no ser duradero. Pero, ya ven, volvió a aparecer el PSOE para apuntalar a quien ya se había instalado en el sillón del poder.

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