En una sociedad participativa, la deliberación es la base fundamental de la política y las campañas electorales se basan en la discusión racional de las propuestas presentadas. Esto no significa menospreciar la adhesión emocional, pero la descalificación del oponente sin ninguna base real entra en el cajón de la demagogia, que es contraria al debate democrático. Los populismos, por definición, cuestionan la legitimidad de las instituciones democráticas y se nutren de la indignación ciudadana ante la ineficacia de la esfera política así como del miedo al futuro.

No tengo ninguna duda de que el PNV y su candidato a lehendakari creen en la democracia, pero Imanol Pradales, de vez en cuando, hace gala de un discurso que dista mucho de ser racional y se acerca bastante a la demagogia. Hasta ahora, le he escuchado cuatro veces (cuatro, repito, y todavía no hemos entrado en campaña) que hay que luchar contra todos los populismos, «sean de izquierdas o de derechas». Cualquiera se puede imaginar a qué se refiere con el populismo de derechas que, dicho sea de paso, no tiene gran peso político en la sociedad vasca. ¿Pero cuál es el populismo de izquierdas? ¡Sorpresa! Está hablando de EH Bildu, a veces sin nombrarlo. Según él, hay que elegir entre la experiencia en la gestión institucional o la nada y el caos. Me pregunto si sabe que EH Bildu tiene más concejales que su partido, por poner solo un ejemplo de experiencia en la gestión.

La semana pasada, este medio recogía unas declaraciones de Pradales sobre la catástrofe que supondría que el PNV dejara de gobernar en la CAV. No sé dónde está escrito que necesitamos un gobierno vitalicio con el PNV a la cabeza para poder funcionar como sociedad sin que nos precipitemos al abismo. Al lado, en la misma página, Pello Otxandiano desgranaba una serie de medidas concretas, ambiciosas pero realistas, sobre el problema de la vivienda y la necesaria intervención pública en este sector. ¿Quién es aquí el populista?