Alessandro Ruta

Volver al ‘Buena Vista Social Club’

Este disco, uno de los más reconocibles de la historia reciente, cumple 25 años. Un álbum que ha transformado sus miembros en estrellas planetarias y no solo famosos a nivel local, en Cuba, donde, por contra, habían desaparecido después de la revolución castrista.

Portada del disco que representa una escena de una calle cubana.
Portada del disco que representa una escena de una calle cubana. (NAIZ)

«Porque (marca de un ron famoso) es Cuba»: ese era el eslogan. Pues, se podría opinar que no, que Cuba es también, sino sobre todo, su música. Un estilo que se podía escuchar casi solamente cuando se iba allí, a la «Isla Bonita». Los que volvían contaban las historias de este sonido único, de las guitarras, hombres viejos por la calle tocando y fumando cigarros: y los que no habían estado, se quedaban con la boca abierta. Una imagen casi idílica, como casi siempre cuando se trata de Cuba, lugar mágico y encantador.

Hay en la música una larga serie de discos antológicos con los ‘best of’ de un determinado artista o de un determinado género. Son muy pocos, en cambio, los grupos que han compuesto voluntariamente un álbum de este tipo como una especie de «equipo de estrellas».

Hace un cuarto de siglo fue publicado un disco que llevó a la fama internacional a diferentes músicos: se llamaba ‘Buena Vista Social Club’.

Son

Un par de notas: «De Alto Cedro voy para Marcané. Llego a Cueto, voy para Mayarí», repetido dos veces. Es ‘Chan chan’, canción que abre ‘Buena Vista Social Club’: eso sí, es el alma de Cuba, es un sonido único. Más que un sonido, un «son», como el nombre de aquel estilo que no podría ser reproducido en ningún otro sitio. Como recuerda Robin Moore en el ensayo ‘Afrocubanismo and son’, el son «nació en las zonas de Santiago de Cuba a finales del siglo XIX. Los campesinos de la zona, después de regresar del trabajo en el campo, se deleitaban con fiestas campesinas llamadas changuí, donde se bailaba y se cantaba [...] burlándose de los señores aristocráticos».

Fluidez afro-caribeña, si se cierran los ojos se podría imaginar estar en el centro tanto de Santiago, cuna del son, como de La Habana tomándose un refresco, un grupito de personas en una esquina, un viejo guitarrista lleno de arrugas sentado en un sillón.

Como en muchísimos otros casos, el origen de ‘Buena vista’ tiene que ver con la casualidad, o por lo menos con una serie se coincidencias. En 1996 el poliinstrumentista y productor Ry Cooder tenía que grabar un disco de artistas procedentes de Mali junto con algunas estrellas de la música cubana. Desafortunadamente, los africanos tuvieron problemas con los visados y no pudieron llegar a La Habana: entonces Cooder tuvo que conformarse con este imprevisto y pasar al plan B, es decir, hacer el disco solamente con los cubanos, ayudado por un colega, Juan de Marcos González, líder del grupo Sierra Maestra, quien se encargó de reclutar a los supervivientes de la época dorada de la música en La Habana.

Lo que no sabía Ry era que se trataba realmente de un «All star team», capaz de componer un disco extraordinario sin ninguna ayuda. Se llamaban entre otros Eliades Ochoa, Ibrahim Ferrer, Omara Portuondo, Rubén González, Cachaíto López, Pio Leyva y, por supuesto, el líder del grupo, Compay Segundo. Eran todos ya bastante mayorcitos, Compay por ejemplo estaba rozando los 90.

Una vez logrado el acuerdo había que empezar las grabaciones. Un pequeño detalle: ninguno de los músicos hablaba inglés, como mucho cuatro palabras. Fue necesaria la intervención de un traductor para evitar malentendidos. El resultado, de todas formas, fue sobresaliente, empezando por ‘Chan chan’, una vieja composición de Compay Segundo re-elaborada por él mismo y nacida durante un sueño. Sin olvidar otras obras maestras como ‘Pueblo nuevo’ o ‘Dos gardenias’.

Recuperar los instrumentos

Son 14 las canciones de ‘Buena Vista Social Club’, cuyo nombre viene del homónimo local de La Habana, surgido en la década de los treinta del siglo XX. Empezó su actividad bajo la dictadura de Fulgencio Batista, pero allí se exhibían los mejores artistas afro-cubanos. Por las mañanas el club ofrecía servicios sociales mientras que por la noche se transformaba en un sitio donde tocar y bailar.

«Nos reunimos unos cuantos artistas, algunos de ellos llevaban 25 o 30 años sin tocar –recordó Eliades Ochoa–. Otros se habían arruinado o se dedicaban a otras cosas». Ibrahim Ferrer, cuando recibió la llamada para grabar el disco, ejercía de limpiabotas y vendedor de revistas, tras haber sido una de las estrellas en los años 50.

Sin embargo, fue Máximo Francisco Repilado Muñoz, Compay Segundo, la cara más reconocible de este grupo nacido por casualidad, tocando y entreteniendo hasta 2003, cuando murió con casi 96 años.

También la portada de ‘Buena Vista Social Club’, la foto con ese hombre con gorro blanco caminando hacia nosotros, la gente allí detrás en un momento de vida cualquiera, se ha convertido en icono. En 1998 Wim Wenders completaría el trabajo produciendo un documental con el mismo nombre del disco.

El álbum ganó un Grammy y llegó a más de un millón de copias vendidas en el mundo.