Nora Franco
Donostia
Interview
Teresa Catalán
Compositora

«Las conquistas solo se pueden hacer desde una posición de rebeldía»

Teresa Catalán, compositora, catedrática, doctora, pianista, escritora…, mujer luchadora, pionera y referente en la música contemporánea, recibe hoy el Premio de Eusko Ikaskuntza 2022.

Teresa Catalán. (NAIZ)
Teresa Catalán. (NAIZ)

Para alguien que ha recibido ya el Premio Nacional de Música (2017) o la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2021) –entre otros muchos galardones–, ¿qué supone recibir el Premio Eusko Ikaskuntza de Humanidades, Cultura, Arte y Ciencias Sociales?

En primer lugar, la misma conmoción que con esos otros premios, porque ha sido igual de inesperado. Y luego, a mí me impresionan mucho las personas, los personajes que ya han obtenido estos premios. Además, en el caso del Premio Eusko Ikaskuntza, me impresionan especialmente porque son personas que, en muchos casos, conozco, y conozco de cerca, y me parecen tan imponentes como personajes de la cultura, de la ciencia, de las artes… que estar en la misma lista que ellos me asombra.

Por otro lado, un premio nunca es un fin, no debe ser un final y, por tanto, tiene el peso de recuperarse, de no quedarse allí detenido en la autocomplacencia, en la satisfacción de haberlo conseguido… aunque yo ahora mismo tengo más asombro que satisfacción.

Aun así, no deja de ser un hito dentro de una carrera personal.

¡Claro! Pero siempre creo que no lo merezco, que es algo que nos pasa muchas veces a las mujeres: esa sensación de que somos un poco impostoras. Y es que, el recorrido del desarrollo profesional ha sido siempre tal carrera de obstáculos que, cuando llega algo como esto, no te lo crees. Pero luego reflexiono y me doy cuenta de la suerte que he tenido, del placer de haber podido dar a la gente que me quiere, a la profesión y a las mujeres compositoras la satisfacción de poder decir que ya estamos en ese punto de empezar a estar reconocidas, de que se vea que hay una labor detrás, que es un proceso de mucho tiempo que está presente, porque las mujeres hemos estado un poco escondidas y haciendo con rapidez el camino para poder llegar a ese punto donde hay que estar. Se mezclan muchos sentimientos y experiencias y es muy curiosa la vivencia, sí, pero, desde luego, que sea Eusko Ikaskuntza quien reconozca todo esto, es un gran honor.

Música y, más concretamente, compositora. Es una elección arriesgada en cualquier caso pero, como ya apuntaba usted, mucho más siendo mujer.

Sí, así es. Pero eso es la lógica de una rebeldía que yo he tenido siempre, desde muy niña. Yo me empeñé en hacer lo que tenía que hacer independientemente de las dificultades que eso tuviera, empezando por la autoexigencia, porque el camino de la composición es muy complejo, muy duro y tiene que ser de una constancia permanente. Al final, es una forma de conocimiento y eso implica trabajo, esfuerzo, dedicación… pero, desde esa posición de rebeldía, se pueden hacer las conquistas, porque, de otra forma, te quedas en el camino. Hay que definir qué quieres y seguir adelante cueste lo que cueste.

A pesar de su tesón, ¿ha encontrado más dificultades que sus compañeros?

Sin ninguna duda. Cuando yo me incorporé a este mundo era completamente masculino. Yo no he tenido ningún referente femenino, nadie me ha había hablado nunca de precedentes, de alguna mujer que hubiera hecho algo así, de un modelo en el que fijarme, de un estímulo como tal. En absoluto. Y no es que no los hubiera, porque ahí está Emiliana de Zubeldía, por citar una mujer de nuestro entorno, pero nunca nadie me habló de ella, yo la descubrí siendo mayor. Y, por tanto, creces, te empeñas sin esos referentes, y además en un contexto tan masculino que tienes que enseñar que tú también perteneces a ese grupo en igualdad de condiciones. Pero eso hay que enseñarlo. Y no hay inconvenientes cuando topas con hombres inteligentes, pero no todos lo son, de la misma forma que tampoco todas las mujeres lo somos. Es en ese momento donde empiezan las dificultades.

¿Sigue siendo la composición un mundo de hombres?

No tanto como lo fue, pero todavía son mayoría y, sobre todo, todavía quieren seguir imponiendo la mayoría. Y es curioso, porque no hablamos solo de números, hablamos de calidad. Hay mujeres compositoras de una calidad absolutamente equiparable al mejor de los hombres y, por tanto, ya no hay excusas. Porque antes te decían aquello de ‘es que sois pocas’, ‘tenéis que contrastaros’, ‘hay que ir poco a poco’…, pero ahora ya no somos pocas –menos de las que deberíamos, por supuesto, pero bastantes–. Todo va llegando y de lo que ahora no se puede dudar es de la calidad, de las cualidades y del trabajo. Es decir, ahora las compositoras ya significan en el contexto de la creación y en el contexto de la composición.

Aun así, a esas compositoras les falta visibilidad.

Se está dando un fenómeno muy curioso. En esa maravilla de empuje que nos quieren dar desde distintos foros, se están haciendo muchas propuestas donde se programan conciertos específicos para compositoras, y eso está muy bien porque nos da más visibilidad, pero al mismo tiempo es un poco engañoso porque, si la situación estuviese normalizada, no deberíamos estar solo en foros de mujeres sino en igualdad de condiciones en foros generales. Y tiene además una perversión: si hacemos tres conciertos solo de mujeres compositoras y hacemos treinta conciertos generales sin compositoras, estadísticamente saldrá un porcentaje para las compositoras, pero no es real, porque hemos estado en tres, no en treinta. En fin, hay mucho camino por recorrer todavía.

La docencia ha sido y es una parte fundamental de su carrera. ¿Cómo se enseña algo tan personal y creativo como la composición?

En realidad, en las clases de composición a lo que enseñamos es a pensar. Yo no puedo enseñarles la creatividad, eso es algo innato o, al menos, algo que uno tiene que fomentar individualmente. Pero lo que sí les tengo que enseñar, donde sí les puedo vehicular es hacia la consecución de un pensamiento activo y un autorreconocimiento para saber dónde tienen las fortalezas y dónde los problemas: dónde encontrar un mejor rendimiento, cómo encontrarse a sí mismos, cómo saber que la música es un vehículo de reconocimiento pero que empieza por el autorreconocimiento. Y esa es la mejor manera de explotar –o explotarse– como creador. A partir de ahí, con seguridad, encontrarán un camino, que será el que ellos decidan y quieran. A esto hay que añadirle la pura técnica que, en el caso de la música es muy, muy, muy compleja. Por tanto, tendrán que asumir que el esfuerzo es inherente a ese camino, que no es nada sencillo.

Hablando de reconocimiento, ¿se reconoce usted en las composiciones de sus alumnos?

No, y ese ha sido uno de mis objetivos. De hecho, nunca he enseñado mi música en clase porque, por si acaso tengo algún ascendiente sobre esos jóvenes que se están formando, lo que no quiero es que me imiten. No les propongo los modelos, porque quiero que se arriesguen y que entiendan que, para ser ellos mismos, tendrán que fracasar. Y aprenderán más del fracaso que del éxito. Por eso decía antes que del éxito hay que recuperarse; los premios nos exigen el esfuerzo de la recuperación. Porque uno no se reconoce en la autocomplacencia, sino en la dificultad de entender dónde está lo nuevo. En la superación sabremos quiénes somos y dónde estamos. Así que el alumno tendrá que crecer sin modelos e ir avanzando por sí mismo, aunque sus primeros intentos sean horribles. Como yo en mis propias obras: hay mejores, las hay regulares, las hay peores… y, lógicamente, lo que sí va pasando con el tiempo es que por fin voy haciendo lo que quiero hacer.

Una de sus últimas composiciones ha sido ‘La Victoria vacía’, sobre Elkano, que es un gran proyecto sinfónico. ¿Cómo ha sido ese proceso creativo?

Pues muy duro. A mí, el hecho de integrarme en un proceso determinado con una concepción previa determinada, es decir, no partir de una idea abstracta me cuesta bastante, porque yo tengo un pensamiento esencialmente abstracto. Además, coincidió con la pandemia. Y, pese a que esto que nosotros practicamos normalmente, que es soledad, silencio, lápiz, goma y papel –porque yo no trabajo en el ordenador, sigo trabajando en la mesa–, se daba en unas condiciones en principio ideales, sin embargo a mí me asaltaba la inquietud porque se había parado el mundo. ¿Cómo iba yo a quedarme allí especulando sobre un papel cuando la gente estaba muriendo irrefrenablemente? Fue una conmoción, pero yo tenía un compromiso que cumplir, así que recurrí a los libros para refrescar lo que cuenta la Historia sobre lo que fue aquel viaje, e inmediatamente me di cuenta de que Elkano consiguió la primera globalización. Pero salieron más de trescientos y volvieron dieciocho. ¿Cuánto costó aquella primera globalización en vidas, en esfuerzo…? Y, ahora, aun estando en la globalización plena, estábamos en el mismo punto, perdiendo vidas incontrolablemente. Esa conexión me ayudó a avanzar y salir de esa conmoción –aunque fue un proceso largo, de meses–. Por eso no pude traducir el título al euskera, porque ‘La Victoria vacía’ juega con el doble sentido: Victoria era el nombre de la nave en la que volvió Elkano, que volvió vacía, pero también habíamos ganado una globalización que se nos estaba vaciando.

Su obra está etiquetada como post-tonal. ¿Cómo define usted su música?

Para mí es muy difícil definirla pero, a partir de esa calificación, puedo decir que no sé si es verdad o no pero entiendo lo que significa. Y lo que quiere decir es que no me olvido de lo que tengo aprendido frente a una modernidad que lo arrasa todo. Parece que la modernidad ha hecho un punto y final con lo aprendido, con lo que ha sido la tradición y, sin embargo, yo no reniego de esa tradición. A mí me interesa mucho saber de dónde vengo porque quiero saber a dónde voy. Y me interesa poco una modernidad de usar y tirar. Una modernidad que nace en sí misma y que va a morir en sí misma me parece que no debería ser así, porque entiendo que el conocimiento es el eslabón de una cadena que debe continuar. Yo he recibido el conocimiento de eslabones anteriores y quiero ser un eslabón para el futuro, lo que me sitúa en un presente complejo y, por tanto, no estaré haciendo una música fácil de entender, pero es que el mundo en que vivimos tampoco es fácil de entender.

Esta modernidad de la que habla, ¿hacia dónde se dirige? ¿Cuál es el futuro de la música contemporánea?

Tal y como la hemos entendido, yo creo que tiene poco recorrido. Ahora mismo la sociedad está en profunda renovación, estamos en una crisis muy importante. No es solo lo aparente lo que está cambiando: es también el fondo y la cuestión. Y es algo que va a afectar seriamente a los nuevos modelos sociales que van a emerger de este momento. Todavía no sabemos cómo nos ha cambiado algo tan reciente como la pandemia, pero nos ha colocado como una sociedad que cada día mira más a la frugalidad como cuestión necesaria para su supervivencia, justo lo contrario de lo que venía sucediendo hasta ahora. Es un cambio tan sustancial que no puedo intuir cuál será el futuro, pero el modelo preexistente va a acabar.