Maitane Aldanondo Gabilondo

Mantener la tradición familiar, una receta de éxito

Dar un giro a sus vidas y lanzarse a emprender fue lo que llevó a la leitzarra Sheila Rubia y al jienense Emilio Cabrera a abrir su negocio en Iruñea, siguiendo el camino y la receta de la madre de él. Cocina casera para llevar, con el pollo asado como seña de identidad.

Sheila Rubia y Emilio Cabrera, en el negocio que abrieron hace año y medio en Iruñea.
Sheila Rubia y Emilio Cabrera, en el negocio que abrieron hace año y medio en Iruñea. (GARA)

Las recetas son un legado que en muchos casos pasa de generación en generación. Probadas, corregidas, mejoradas… Muchas incluyen algún secreto que transciende al esmero en su preparación. Una fórmula secreta perfeccionada con los años es la base sobre la que Sheila Rubia y su marido Emilio Cabrera sustentaron su local de comida para llevar. Los padres de Cabrera tenían un bar en Los Villares (Jaén), en el que asaban pollos. De ahí el nombre y la piedra angular del local de Nueva Artica. «Nos llamamos Pollos Asados La Abuela por mi suegra, y el año 75 es cuando empezaron ellos a asar pollo».

Aunque siempre les había gustado la cocina y Cabrera lo ha vivido de cerca, sus trayectorias profesionales no tenían relación con la hostelería. Habían trabajado en varias cosas distintas y siempre tenían el «runrún» de poner en marcha algo propio. La jubilación de los padres de Cabrera fue el incentivo definitivo, ya que seguir con esa tradición familiar se convirtió en una oportunidad que les motivaba mucho. «Teníamos la idea y nos gusta el barrio. Teniendo la receta de mis suegros, ¿por qué no empezar con este proyecto?», recuerda Sheila Rubia.

CAMBIO DE RUMBO

Era la primera experiencia emprendedora para ambos, pero decidieron dar el paso, a pesar del vértigo que les provocaba. Sheila relata que Emilio «siempre ha sido muy echado para adelante. Ha sido autónomo, ha tenido sus cosas…», para ella, en cambio, suponía adentrarse en un terreno desconocido. «Siempre he tenido en mente montar algo, hacer algo diferente… pero para mí era un mundo nuevo. De la mano de Emilio todo se hace más fácil», afirma la responsable.

Los padres de Cabrera les formaron y enseñaron las recetas para empezar a dar forma a su idea. Con eso en marcha, buscaron un local adecuado donde llevarlo a cabo. Fueron a ver varios, pero ninguno les encajaba mejor que uno en Nueva Artica que requería de una reforma total. Se decantaron por él, aun sabiendo que el esfuerzo sería mayor que adecuar un espacio comercial.

El comienzo «fue duro», sobre todo, por los plazos. Tenían una previsión que no se cumplió por el papeleo, los permisos, las licencias, las obras… Se demoró más de lo esperado, rozando el año, hasta que el 26 de noviembre de 2022 abrieron el local.

Empezaron poco a poco, trabajando los dos, pero no pasó mucho tiempo hasta que tuvieron que ampliar la plantilla. Actualmente son seis personas en el equipo. «El poder conseguir nuestra ilusión y tener a gente trabajando era algo que veíamos lejano. Tienes que arrancar, empezar, darte a conocer… pensábamos que iba a ser más lento de lo que fue realmente», reconoce la copropietaria y apunta que están muy agradecidos con la gente del barrio, que les acogió «muy bien».

CRECIMIENTO SOSTENIDO

Inicialmente abrían de viernes a domingo, y cocinaban entre semana. Era necesario reservar, algo que ya no es indispensable, pero sí recomendable. Poco a poco ampliaron los horarios y en septiembre pasaron a abrir todos los días, «por reclamo de la gente»; sin embargo, dado que Rubia está de baja por su embarazo, han vuelto a recortarlos, para conjugar mejor trabajo y descanso.

Al tener un mayor dominio de su trabajo, han ido incorporando más productos a su carta, con menús individuales compuestos por platos sencillos y sanos, y una oferta cuidada y de calidad que elaboran siguiendo criterios nutricionales; y en la zona que llaman la despensa, tienen un expositor de productos con toques andaluces y navarros. Talos de maíz, espárragos, pimientos de piquillo, aceite de Jaén, vinos navarro o tartas de un obrador famoso de la comunidad foral.

No obstante, el plato estrella, «nuestra especialidad», sigue siendo el pollo asado. La clave es la salsa cortijera que recuerda la tradición familiar de Cabrera y que es la que crea el jugo del pollo. «Preparamos el pollo, le echamos un majado y mientras se asa, echa un jugo que es esa salsa tan especial que a mucha gente le llama la atención. El secreto de la abuela». Ésa es la base del negocio y el secreto de su éxito; al igual que la manera de hacer los flamenquines, las croquetas… todo viene de ella y lo preparan entre los dos.

El primer año fue difícil, sobre todo por la incertidumbre de no saber si llegarían a completarlo. Poder seguir «es de agradecer» y están contentos por haber logrado tener una clientela fija, gente muy habitual que conforma «una familia» en torno al asador. A Rubia le gustaría que fueran creando una tradición que pase a esos niños y niñas que ahora vienen con sus padres y madres. «El apostar todo, lo que tienes y lo que no, con mucha ilusión y que esté ahí… Qué bien. Ojalá La abuela dure muchos años más, mínimo como mis suegros, que han estado tantos años», concluye esta emprendedora navarra.

 

Asesoramiento para aterrizar el proyecto y dar los primeros pasos

Uno de los elementos indispensables para poner en marcha cualquier iniciativa empresarial es la financiación; al igual que un acompañamiento que ayude a dar los pasos adecuados en las fases iniciales. Todo eso es lo que la fundación Gaztenpresa puso a disposición de Sheila Rubia y Emilio Cabrera para hacer realidad Pollos Asados La Abuela.

Para financiar tanto la obra del local como el propio negocio, se pusieron en contacto con Laboral Kutxa, que además de concederles un préstamo, les derivó a Gaztenpresa. Allí recibieron asesoramiento para poder aterrizar su idea y tener en cuenta todos los aspectos del proyecto. «Conocimos a Teresa, que ha sido nuestra mano derecha desde el minuto uno. Es quien nos escuchó, nos guió, la que ha estado con nosotros en todo momento», recuerda, agradecida, Sheila Rubia.

Entre otras tareas, su asesora les ayudó a calcular todo lo necesario para ponerse en marcha: la inversión, los gastos, las inversiones, los plazos… Explicarles todo paso a paso y qué debían tener en cuenta. «Mis suegros nos podían guiar sobre cómo cocinar, mientras que Teresa en todo momento nos decía cómo seguir adelante, no os pilléis los dedos haciendo esto así, tened en cuenta esto…».

Asimismo, les sirvió para entender que más allá de abrir el local, tener un negocio implica muchas más cosas. Existe la incertidumbre de si funcionará y el tener que seguir adelante hasta que ocurra. En palabras de Rubia, «al principio fue mucho nervio, porque era algo novedoso. Ahora me siento suertuda. Siempre estaré agradecida al ver que pasan los días y sigue estando ahí. Nuestra ilusión sigue en pie, hay mucha gente que por desgracia no puede decir lo mismo».