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Y la música obró el milagro sanferminero: un kaiku en plena cuesta de Santo Domingo

En las fiestas de Iruñea se suele hablar del ‘capotico’ de San Fermín, especialmente en el ámbito del encierro, pero hay otro elemento que también obra milagros. Es la música, que consiguió formar un kaiku en la cuesta de Santo Domingo o que llega a abarrotar cualquier calle a ritmo txaranguero.


Un alargado kaiku en plena cuesta de Santo Domingo. Este es el particular milagro sanferminero que obró la música, que es capaz de lograr una estampa tan peculiar o de abarrotar cualquier calle en cualquier momento al ritmo de las charangas.

Si por algo es conocida esa cuesta es por ser uno de los tramos emblemáticos del encierro, su punto de partida y lugar de los cánticos al santo delante de la hornacina.

Lo que no se podía esperar era que se convirtiera en un particular brazo alargado de mar, para dar acogida a un kaiku de grandes dimensiones protagonizado por un grupo de gente que estaba disfrutando de lo lindo con una txaranga.

Tal vez todo fue consecuencia de la canción que se trataba, nada menos que la mítica ‘Itsasontzi baten’, de Kaxiano. El caso es que los presentes no se lo pensaron dos veces y se sentaron en los adoquines para bogar con estilo, como si estuvieran en una trainera.

Eso sí, la forma de la improvisada embarcación era un poco enrevesada, ya que tenía la proa en la calle del Mercado y seguía en un curioso giro que hacía que continuara por ese tramo de Santo Domingo hasta alcanzar la mítica hornacina.

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Como el flautista de Hamelín

La surrealista escena es una muestra de lo que llega a generar la música de las txarangas en las fiestas, que suena a cualquier hora y en cualquier lugar en la Iruñea sanferminera, haciendo que la gente se congregue a su alrededor, como si fueran un encarnado flautista de Hamelín.

Uno de los momentos estelares en este terreno es la salida de las peñas. Siguiendo la correspondiente pancarta como referente, las txarangas van animando las calles de la ciudad seguidas de una legión de incondicionales, hasta el extremo de colapsar más de una.

Así ocurrió en la zona de Pozo Blanco, donde la gente lo daba todo y un poco más siguiendo los ritmos más movidos de esos grupos de metal y percusión, que saben hacer las delicias del personal con un repertorio variado y en el que están muy presentes los temas más populares. Es la magia de la música.