Mariona Borrull
CINE

«Puan»

Parte del equipo de «Puan», mostrando el título de su película impreso en sus brazos, en el último Zinemaldia tras la presentación de un filme que se llevó de Donostia los premios al Mejor Guion e Interpretación Protagonista.
Parte del equipo de «Puan», mostrando el título de su película impreso en sus brazos, en el último Zinemaldia tras la presentación de un filme que se llevó de Donostia los premios al Mejor Guion e Interpretación Protagonista. (Gorka Rubio | FOKU)

Resulta particularmente sombrío recomendar perlas del cine argentino, pronto pueden dejar de estrenarse tras los ataques fulgurantes del Gobierno de Milei al patrimonio cultural de su país… En todo caso, háganse un favor y vean “Puan”, tan comedia triste como tragedia de pies en suelo que firma el tándem María Alché-Benjamín Naishtat, respectivos directores de “Familia sumergida” y “Rojo”, muy laureada en Donostia hará seis años.

“Puan”, Mejor Guion e Interpretación Protagonista en este último Zinemaldia, sigue también el nombre dado a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, cuya dirección es liberada repentinamente tras la muerte del anciano académico al cargo. Apenado de verdad, Marcelo, un alumno devoto suyo y profesor de filosofía (Marcelo Subiotto, gran descubrimiento), de ideales y métodos clásicos -stricto sensu, léase “de la vieja escuela”-, espera ocupar la vacante que su mentor ha dejado. En realidad, todo el mundo, incluída la viuda del fallecido, espera que lo haga. Pero el tipo duda… Una candidatura es un lugar vulnerable para alguien que ha contemplado con descreimiento los excesos del ego, quizás creyéndose a salvo, y el foco público causa pavor a quien detesta su propia imagen.

Más con la reaparición de Rafael, un excompañero de clase, acaparador de miradas, dandy insufrible y, a los ojos desconfiados de Marcelo, un vendedor populista sin base ni tablas (Leonardo Sbaraglia, a medio camino exacto entre un glamur algo polvoriento y la repelencia de quien trata de gustar con demasiado ahínco). Rafael y Marcelo, está claro, acabarán teniendo que vérselas para conseguir la plaza... Y naturalmente iremos de entrada con Marcelo, especie de Larry David argentino, apabullado por los enredos de una vida que no se rige una página a cada momento y una clase cada dos horas, sino enzarzándolo, manchándolo y humillándolo de todas las formas posibles.

Lo cual no significa -y he aquí la mayor virtud de la película de María Alché y Benjamín Naishtat- que lo miremos con condescendencia. Incluso encharcado entre excrementos y sudor, Marcelo se demuestra un maestro nato, un veterano de la vieja guardia de las Humanidades en tiempos de ataque social y económico a las letras. Hélène Louvart, directora de fotografía esencial gracias a “Retrato de una mujer en llamas”, “Lázaro feliz” y tantas otras, retrata la metrópolis argentina como una jungla sin tiempos muertos, sin tierra fértil para el pensamiento crítico, donde la filosofía es el pequeño herbívoro que no verá el día de mañana.

Alché y Naishtat admiten que sí, la cultura y la educación pública son las perdedoras por defecto en un mar de tiburones, el último bastión de todas a desfinanciar con excusas. Por ello hoy es nuestro deber sostenerlas, farrucos y farrucas… Véanla en el cine.