Andoni Lubaki
Fotokazetaria / Fotoperiodista
POSADO DE MASCOTAS EN TIEMPOS DE COVID

Bestiario pandémico

A punto de cumplirse cinco años del confinamiento de la población en sus casas por la pandemia del covid-19, el fotoperiodista Andoni Lubaki recupera algunas de las fotografías de aquellos días con mascarillas. En aquel periodo de encierro y calles vacías, se permitía sacar a las mascotas y Lubaki las inmortalizó junto a sus dueños en imágenes insólitas.

Mikel, con su alpaca Keler, en Cuart de la Uerba (Zaragoza).
Mikel, con su alpaca Keler, en Cuart de la Uerba (Zaragoza). (Andoni Lubaki)

Hace cinco años me asomé a mi ventana en uno de los pocos días que tuve libre como fotógrafo. Hospitales, desoladas avenidas y ley marcial. La pandemia hizo que muchos viajes al extranjero se anularan o retrasaran.

 

José Manuel, con el dromedario marroquí Tempranillo, en Tardienta (Huesca).

Beatriz, con su pitón albina Banana, en Zuera (Zaragoza).

Joxe Mari posa con su carnero Turbo III en Gabiria.

Las calles vacías se poblaron al principio de cientos de palomas y pájaros, pero poco a poco fueron desapareciendo. Si no hay humanos, no hay desperdicio y, por consiguiente, nada que llevarse al pico. Perros falderos obligados a caminar kilómetros en círculos en las urbes vaciadas cruzándose con gatos poco acostumbrados a andar atados a una correa.

Decidí salir de ese mural inamovible que representaba mi ventana, coger la cámara y recorrer el Estado en busca de esas bestias que conocían la calle por primera vez, habitada y usada hasta entonces solo por sus dueños. Como si de un cuadro apocalíptico se tratara, Zaragoza, Madrid, Bilbo y Barcelona se desperezaban por las mañanas con bufidos, graznidos, aullidos y gruñidos; tarareos, silbidos y cacareos; relinchos, mugidos, balidos y roznidos. Escuché también la risa irónica de una hiena navarra. Los lagartos siguieron en silencio en todos los lugares que visité.

Ainara y su guacamayo Sorgin, en Elantxobe.

 

Mari con su cerda enana vietnamita Lola, en Zaragoza.

Podría parecer una orwelliana distopía mezcla del mejor «1984» y «Rebelión en la Granja» para salvar anímicamente al otrora dueño o dueña todopoderoso, animales salvaguardando la salud mental. Un bestiario pandémico como un cuadro de felices y vibrantes colores.

Juncal con su ocelote, en Tutera.

Isaac y su hiena Risas, en Urretxu.

Mikel con su suricata Suri, en Lezaun.