Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Activar la memoria

Las dos comisarias de la exposición «María Paz Jiménez, desvelar el misterio» -a la izquierda Haizea Barcenilla y a la derecha Ane Lekuona-, junto a uno de los bodegones de la pintora donostiarra.
Las dos comisarias de la exposición «María Paz Jiménez, desvelar el misterio» -a la izquierda Haizea Barcenilla y a la derecha Ane Lekuona-, junto a uno de los bodegones de la pintora donostiarra. (Gorka Rubio | FOKU)

La historia la escriben los vencedores. La conservación de la crónica de nuestro pasado está siempre en manos de quienes tomaron las decisiones del rumbo de nuestras vidas. En la historia de la cultura y el arte pasa lo mismo. La manera que tenemos de leer la herencia recibida está dirigida por aquellos que protagonizaron el relato, omitiendo otras voces y otras subjetividades posibles. Es un hecho demostrado que la historia del arte es profunda y estructuralmente masculina y esto sucede principalmente por dos razones. La primera y más obvia, es que el trabajo de las mujeres artistas ha sido silenciado. Son múltiples los casos conocidos de piezas que acabaron siendo adjudicadas a hombres artistas o simplemente que no fueron aceptadas dentro del estándar de calidad para formar parte del contexto de la época. La segunda es que mujeres que incluso pudieron formarse en disciplinas creativas y demostrar unas aptitudes a priori adecuadas, abandonan la práctica artística para centrarse en ejecutar el rol que la sociedad les tenía reservado. El resultado es una historia del arte coja, amputada e inequívocamente fallida. Es por eso por lo que es tan importante la reconstrucción de toda una memoria borrada. Una reconstrucción que, más allá del recuerdo o del homenaje, reivindique la puesta en valor de aquello que siglos de hegemonía se han esmerado en ocultar.

Siguiendo este camino, la sala Kubo Kutxa, situada en el paseo de la Zurriola de Donostia, inauguró a principios del pasado febrero “María Paz Jiménez, desvelar el misterio”. Disponible hasta el próximo domingo, entra en la recta final de su calendario. La muestra reivindica una figura muy poco conocida en el panorama artístico vasco y estatal. Bajo la batuta comisarial de Haizea Barcenilla y Ane Lekuona, se han conseguido reunir más de ciento treinta pinturas y también obra gráfica producida entre los años cuarenta hasta mitad de los años setenta. Varias instituciones, con el Museo San Telmo a la cabeza, así como particulares y galerías, han cedido piezas para una extensa muestra que intenta hacer justicia al legado de la artista. María Paz Jiménez (Valladolid, 1909-Donostia, 1975), quien estuvo exiliada en Argentina, comenzó su andadura artística en los años treinta, vinculada al surrealismo. A su regreso a Donostia, trabajó tanto la pintura como su relación con el flamenco y la cultura gitana a la que pertenecía.

La producción de María Paz Jiménez es muy extensa. Desde piezas figurativas, algunas que parecen jugar con lenguajes cercanos a una ilustración colorista, hasta composiciones que desde lo abstracto parecieran componer atmósferas plagadas de texturas. Mención especial para muchos de sus bodegones en los que se intuye esta desestructuración de la representación fiel y un interés por el trazo y lo gestual. La exposición nos invita a zambullirnos en un nombre nunca aceptado en el arte vasco, pero cuya influencia y relevancia nos obliga, cuanto menos, a releer nuestro pasado.