Iker Fidalgo
Crítico de arte
PANORAMIKA

Desde su lugar

Estibaliz Sádaba aporta a la exposición «Ardatza neurtuz», que se puede ver en el  nuevo espacio Orconera-Lutxana, esta pieza en la que espaldas desnudas de mujeres cargan con el peso de la estructura.
Estibaliz Sádaba aporta a la exposición «Ardatza neurtuz», que se puede ver en el nuevo espacio Orconera-Lutxana, esta pieza en la que espaldas desnudas de mujeres cargan con el peso de la estructura. (Juantxo Egaña)

Una de las capacidades del arte es la de dar voz a otras subjetividades que se escapan de los discursos imperantes. A través de la cultura, somos capaces de entender diferentes experiencias vitales y maneras de estar en el mundo. La creación artística trabaja desde el espectro de lo sensible y a veces desde lo débil o lo sutil, características que suelen emborronarse en los relatos escritos a grandes rasgos. Reivindicar la presencia de lo pequeño es una manera de cuidar la heterogeneidad de nuestra vida y de quienes nos encontramos en ella. No sabemos si el nuevo espacio Orconera-Lutxana, abierto por el Gobierno de Gasteiz, lo entiende de esta manera. Pero, además de contener la colección y el archivo del Patrimonio Industrial Vasco, ha habilitado un espacio expositivo que ha sido estrenado por la muestra que hoy nos ocupa, por lo que suponemos que el arte y su manera de relacionarse con el contexto industrial tienen cabida en este nuevo lugar.

“Ardatza neurtuz” es la primera exposición temporal realizada en esta sala. A finales del pasado marzo, se inauguró con una propuesta curatorial de la comisaria y cineasta Tamara García, que podrá visitarse hasta el último domingo de este mes de junio. El proyecto reúne a un grupo de doce mujeres artistas que trabajan en torno a la aportación femenina en la industria. En este intento de resituar la perspectiva, nos adentramos en una narrativa enunciada desde un lugar no privilegiado pues, si en el desarrollo industrial los trabajadores siempre han regentado el lugar vulnerable, ni qué decir tiene cuál sería el de las trabajadoras. El cuerpo, o los cuerpos, sirven como hilo conductor de varias piezas que dialogan entre sí y que nos ayudan a comprender la experiencia emocional planteada por García.

En un primer vistazo, nada más llegar a la sala, vemos cómo el aspecto general del edificio permanece presente, como un escenario protagonista. El planteamiento espacial de la exposición se compone de vitrinas y módulos expositivos de color negro que funcionan a modo de paneles proponiendo recorridos. Visualmente destacan varias piezas. Un ejemplo de ello es el collage de gran tamaño de Susana Blasco, que descompone y reconstruye la imagen de una mano adornada con motivos florales. Por otro lado, las lonas de Estibaliz Sádaba presentan varias fotografías en las que espaldas desnudas de mujeres muestran sobre ellas imágenes de edificios, cargando sobre sus espaldas el peso de la estructura, mientras que la fotógrafa Bego Antón nos presenta una inquietante imagen de una mujer enterrada a la que solo se le pueden descubrir los ojos. Junto a ellas, completan el elenco y la exposición Nuria Cubas, Sandra Cuesta, Ainara Elgoibar, Isabel Fernández Reviriego, Eva G. Herrero, Leire Muñiz, Mafalda Salgueiro, Ainhoa Resano y Matilde Veigas.