MIKEL INSAUSTI
CINE

«Carol»

A día de hoy, “Carol” aparece como una de las películas mejor colocadas dentro de la lista de las favoritas para los Oscar de este año gracias a que cuenta con la ventaja de haber sido presentada en el festival de Cannes, donde recibió unas críticas unánimemente elogiosas. Que se llevara la Palma del cine Queer no le perjudica a estas alturas, porque hay que pensar que las películas sobre la homosexualidad, también la femenina, ya no son vistas como un fenómeno marginal. En resumidas cuentas, los viejos académicos de Hollywood, incluso los más conservadores, no van a tener ningún problema para votar a un melodrama tan sutil y de inspiración cinéfila clásica. En cuanto a las nominaciones interpretativas, el duelo entre las estelares Rooney Mara y Cate Blanchett se presenta muy reñido, aunque en Cannes se inclinaron por la más joven de las dos a la hora de conceder el premio a la Mejor Actriz, mientras que en los premios Gotham, prefirieron a la veterana, además de conceder a “Carol” las estatuillas de Mejor Película y de Mejor Guion para Phyllis Nagy.

La guionista Nagy no ha podido entrar con mejor pie en el mundo cinematográfico, pues hasta ahora solo contaba con experiencia en el teatro y la televisión. Pero tenía a su favor ser conocedora de la obra de Patricia Highsmith, autora de la que ya había adaptado para los escenarios teatrales su novela “El talento de Mr. Ripley”. Su trabajo en “Carol” ha sido más exigente si cabe, por la responsabilidad de colaborar con un genio del cine actual como Todd Haynes y porque, en este caso, el libro a llevar a la pantalla es autobiográfico. Highsmith habló de sí misma en “El precio de la sal” y Haynes quería actualizar ese testimonio sobre sus relaciones íntimas respetando una época en la que no se podía hablar abiertamente de lesbianismo, pero concediendo una mayor libertad a las vivencias románticas entre mujeres.

Con “Carol”, Todd Haynes se coloca como el mejor director moderno de melodramas clásicos y aunque dicho así suena contradictorio, no lo es. No hay quien le haga la competencia a la hora de poner al día la esencia narrativa del género, gracias a que es capaz de rodar como se hacía en los años de la época dorada de Hollywood, pero con una independencia total y una mirada crítica mediante la cual sabe poner el necesario distanciamiento sobre los materiales sentimentales. Si en “Lejos del cielo” (2002) se atrevió a reactivar el estilo insuperable de un maestro de la categoría de Douglas Sirk y su “Imitación a la vida” (1959), en “Carol” acude directamente a William Wyler y “La calumnia” (1961), película basada en la pieza teatral de Lillian Hellman y que protagonizaron Audrey Hepburn y Shirley McLaine.

La relación entre aquellas resulta similar a la que mantienen en “Carol” Rooney Mara y Cate Blanchett, pero sobre todo se detecta una mayor influencia de la Hepburn en el papel interpretado por la joven actriz estadounidense. Mara encarna a una aspirante a fotógrafa que trabaja como dependienta en la juguetería de unos grandes almacenes de Manhattan, y allí conoce a la elegante clienta encarnada por la actriz australiana. El encuentro, que hay que calificar de auténtico e inmediato flechazo, sucede en las Navidades de 1953.

Carol es una mujer divorciada que acude a comprar una muñeca a su niña y el hecho de que le doble la edad a la chica que le atiende no impedirá que se sienta atraída por ella. Theresa tampoco se va a sentir cohibida, ya que utilizará la dirección para la entrega del pedido para conocer personalmente a la mujer con la que va a comenzar un idilio. Todo está expresado a través de las miradas furtivas, que lo dicen todo sobre sus sentimientos, y si la película dura dos horas, el sexo no llegará hasta una vez cumplida la hora y cuarto de duración. Un romance intenso y sensible contado de forma tan delicada como sublime.