Janina Pérez Arias
Interview
László Nemes

«Ni perdono, ni olvido»

Con su primera película, «El Hijo de Saúl», el cineasta húngaro explora no solamente una parte de la pesadilla del Holocausto a través de un miembro de un «Sonderkommando» en Auschwitz, sino también el trauma de la pérdida en su propia familia.

En menos de cinco años más de 11 millones de personas fueron exterminadas. Un 90% de los judíos europeos y gitanos, homosexuales, discapacitados y personas con ideales políticos «incómodos» perecieron en manos de los nazis. El Holocausto, como todo genocidio, es una profunda herida que jamás va a sanar, sencillamente porque no es curable, ni mucho menos olvidable. Setenta años después del último día de la Segunda Guerra Mundial, el joven director húngaro László Nemes (Budapest, 1978) se unió al grupo de los que no están dispuestos a echar tierra sobre los (malos) recuerdos. Con su primer largometraje “El Hijo de Saúl”, cuenta otro trozo de la Shoá (en hebreo, la catástrofe), una de las peores pesadillas del siglo XX, a través de un miembro de los llamados Sonderkommando.

La película, que ha sido uno de los cuatro títulos preseleccionados para los Óscar a la mejor película en lengua no inglesa, se estrena en nuestras salas comerciales el próximo día 15.

«Mi película no es sobre la supervivencia», advirtió tras su estreno mundial en el Festival de Cannes donde “Saul fia” (su título original en húngaro) obtuvo el Grand Prix, «sino sobre la realidad de la muerte». Nemes no exageraba con esa afirmación. En Auschwitz, Saúl, interpretado por Géza Röhrig, antes que actor, poeta, es uno de los más de 2.000 prisioneros reclutados para trabajar en las cámaras de gas y crematorios, y que un día se encuentra entre los muertos al hijo del que nunca se ocupó.

Tan víctimas como los que llegaban al campo de concentración para ser exterminados de inmediato, los miembros de esos «comandos o unidades especiales» no estaban exentos de acabar en las cámaras. László Nemes halló en “Des voix sous la cendre” una recopilación de testimonios de algunos que pertenecieron a los Sonderkommando, una importante fuente de información para la construcción de su filme, coescrito con Clara Royer, pero también fue primordial el filme “Shoah” (1985), de Claude Lanzmann, que, con sus más de nueve horas de duración, representa el documento audiovisual más valioso sobre los sobrevivientes del Holocausto.

“El Hijo de Saúl” no apela a sensiblerías, ni condiciona al espectador con trucos musicales, ni es una vitrina de los horrores del exterminio; sin embargo, está destinada a convertirse en una nueva referencia en el cine sobre el Holocausto. Como pocas veces, la crítica mundial coincide en sus (muy bien merecidas) alabanzas hacia el filme del húngaro, y durante su proyección no hay quien ose echar un ojo a su teléfono móvil. László Nemes sonríe complacido cuando escucha esto último. «Me alegro», alcanza a decir desde una sincera humildad.

¿Por qué decidió contar esta historia de esta forma, prácticamente acompañando a ese hombre, que no es un héroe y con el que se hace difícil entablar una completa empatía?

Espero que para la audiencia tenga sentido su forma de proceder. En efecto, no se trata de un héroe, sino de un hombre común, en cierto sentido débil. Lo interesante fue ver cómo una historia que le trascendiese, que tuviera sentido solamente para él, también representase una búsqueda que, a su vez, tuviera sentido para el público. Por eso era muy importante establecer una dinámica entre la audiencia y el actor principal.

Durante un día y medio en la vida de Saúl, la audiencia se pone en la posición de la cámara, acompañándole, pero no se ve casi nada del entorno, más bien se adivina y se escucha. De manera que el público está trabajando durante toda la película con la imaginación.

Ese era el objetivo y mi intención. En el cine siempre estás tentado a mostrar mucho de forma frontal. Sin embargo, no terminas de entender, así que tienes que echar mano a otros medios. Si usas el rostro de una persona, te dará una referencia. También hay que apelar a la imaginación del público, para que complete algo que no está terminado. No tienes que dar todo masticado; tienes que más bien que sugerirlo.

¿Por qué deja tanto en manos del público?

Porque confío en él, y es algo que no se hace muy a menudo. Confío y me apoyo en la audiencia, en su imaginación. Aunque la gente quiera ver más y más, precisamente en mostrarlo todo no se encuentra la respuesta emocional. Y en eso radicó mi estrategia.

Ha dicho que uno de sus referentes para esta película fue «Shoah», de Claude Lanzmann, ¿cómo fue enfrentarse a ese tipo de material?

Es que no terminas de verlo, ni con “Shoah”, ni con documentos similares… Cada vez que repasaba las fotos que vi miles de veces, sentía rabia una y otra vez. Sin embargo, tenía que continuar, no podía quedarme en shock preguntándome cómo pudo pasar todo aquello.

¿Fue esa rabia la razón por la cual decidió hacer esta película?

Sí. Siempre he estado furioso por eso.

¿De dónde le viene?

No tengo una familia de verdad, más bien ruinas de una, porque a muchos les mataron en Auschwitz o se marcharon. Eso es un trauma. Cuando han asesinado a familiares tuyos se convierte en un trauma que se va cargando de generación en generación. No sé por qué esa gente fue exterminada, nunca lo entendí, y a día de hoy tampoco lo entiendo. Esas circunstancias no te empujan a que mates por venganza, pero sí a que ruedes una película o hagas otra cosa.

¿Qué siente cuando escucha que hay que olvidar y perdonar?

Yo, ni perdono, ni olvido.

¿Por qué no?

Porque no está en mis genes. No sería yo (reflexiona) y con esto no quiero decir que está mal si otros perdonan y olvidan.

¿Cree que su película contribuye a hablar del Holocausto, a tratar la memoria histórica del continente europeo?

Absolutamente. Pienso que nuestras sociedades están ciegas y cerradas ante ese tipo de sufrimiento. La gente no está en capacidad de empatizar; si lo hicieran, serían más sensibles al sufrimiento y hasta entenderían más sus propias vidas y sufrimientos. A su vez, tendríamos éxito lidiando con nuestro presente y futuro y, por ende, seríamos más capaces de vivir como una sociedad. Puedo poner como ejemplo a Hungría, un país que no ha hecho cuentas con su pasado y que hoy tiene una sociedad prácticamente perdida, donde el trato entre las personas es el peor. Por eso digo que si sintiéramos más empatía por el prójimo hasta tendríamos éxito en la economía, porque las interacciones serían mejores, nos entenderíamos mejor.

Éxitos tras muchos rechazos. Desde el estreno y triunfo en Cannes han transcurrido un par de meses, pero con cada proyección de “El Hijo de Saúl” en cualquier parte del mundo László Nemes revive no solamente hermosas emociones, sino también los sinsabores de un largo camino de más de cinco años que le costó desarrollar y encontrar (sin éxito) a un coproductor. Ni Israel, ni el Estado francés, ni Alemania, ni Austria quisieron embarcarse en esta producción de 1,5 millones de euros (“La Lista de Schindler”, de Steven Spielberg, filmada en los primeros años de los 90, costó 22 millones de dólares). Algunos alegaron la inexperiencia de quien hasta aquel entonces «solamente» tenía en su haber tres cortometrajes y varios años de experiencia como asistente de dirección de una de las leyenda de la cinematografía húngara, Bela Tarr. Otros, sin embargo, reconocieron el gran potencial del guion, mas el riesgo se les hacía demasiado alto. “El Hijo de Saúl”, vendida en muchos países del mundo (aunque todavía sin distribuidor en Alemania) terminó siendo financiado por subsidios húngaros y por la Jewish Chaims Conference, una organización asentada en Nueva York que trabaja por los derechos de indemnización de las víctimas del Holocausto.

Después de que su proyecto fuera rechazado, y tras el éxito que está obteniendo la película, ¿cuáles son sus sentimientos hacia este filme que estuvo defendiendo durante tanto tiempo?

Cuando estaba tratando de hacer la película, tenía la sensación de que sería un fracaso. Me sentí deprimido, y puedo decir que fue un parto muy, pero muy difícil. El hecho de que haya sido tan bien recibida en diferentes países es algo que me alegra mucho y me llena de optimismo.

¿Qué ha significado viajar con su película?

Tengo que decir que no puedo ver mi propia película, porque la siento aún muy cercana. Aún estoy muy metido en ella y eso hasta a mí mismo me sorprende. Sin embargo me complace que la gente hable sobre ella en diferentes países y circunstancias. Puedes hacer un filme que perturbe, sin embargo no puedes forzar los efectos que tiene en la audiencia.

Desde el estreno mundial, este filme está considerado como un potencial ganador del Óscar a Mejor película extranjera.

¡Sería fantástico! (hace una pausa). ¿Por qué no? Eso espero…