IÑIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Torres de agua

El paisaje montañoso que nos rodea nos ha regalado desde antaño una suerte de faros, hitos y referencias que, como ahora hace el moderno GPS, nos sitúan en el medio natural y nos permiten saber por dónde andamos. Las cumbres, con sus nombres –Larrun, Pagasarri, Udalaitz o Gorbea–, son, además de cimas dignas de ser ascendidas, siluetas que ordenan el paisaje y con ese orden orientan a los habitantes de su entorno.

En otras latitudes más horizontales, allí donde las llanuras construyen el paisaje, este discurrir por valles ordenados nunca ha sido posible y a menudo han sido los elementos construidos, como los palomares o las campanarios de las iglesias, los que han puntuado el horizonte para guiar a los viajeros.

Estos territorios llanos presentan además una complicación técnica, como es la del suministro de agua. Allí donde hay montes y laderas, el agua viene de arriba y se suministra con presión a las casas para su uso, pero donde el desnivel no existe, se hace necesaria la construcción de infraestructuras elevadas para poder dejar caer el agua, obteniendo por vasos comunicantes una presión adecuada.

El estudio de arquitectura V+ ha finalizado en la ciudad belga de Ghlin la construcción de una torre que alberga un gran depósito de agua en su zona más alta. El depósito se ha cubierto con una malla metálica que lo convierte en un objeto abstracto, apoyado sobre un intrincado sistema de pilares inclinados de hormigón. La estructura, que tiene una altura de 50 metros, sirve exclusivamente como apoyo del depósito circular de agua, que se asienta sobre una delgada plataforma de hormigón. Y es ese tanque circular el que está cubierto por una rejilla metálica rectangular que oscurece parcialmente el tanque a la luz del día y que durante la noche permite que sea visible cuando la torre se ilumina, como si se tratara de un faro.

Las torres de agua son infraestructuras técnicas con un claro propósito funcional, pero en una segunda derivada, ayudan a dar forma al paisaje. Estos elementos propios de las zonas llanas del Estado francés, Holanda y Bélgica fueron construidos en su mayor parte en el siglo XX y son, por lo general, proyectos desarrollados a partir de la extrusión simple o la revolución de un perfil en torno a un eje central. Esos diseños generan un contenedor sencillo, con una imagen racional que evoca la lógica a la que sirve y al movimiento fluido del líquido contenido. Ese sistema de construcción de los depósitos elevados, basado con tanta radicalidad en el objeto y en su función, no mantiene ninguna relación directa con el paisaje en el que se asienta. Por este motivo, la ciudad de Ghlin presentó un concurso para la construcción de una torre de agua que cuestionase la figura típica y estandarizada de estas infraestructuras, y que de ese modo se convirtiese en un punto de referencia claro en el paisaje del municipio y de la región.

El proyecto construido sirve obviamente como respuesta directa a la función de una torre de agua mediante un tanque circular de almacenaje de 20 metros de diámetro. Pero todo el protagonismo del proyecto recae sobre la estructura de soporte de la plataforma, que está formada por pilares de hormigón construidos in situ, formando grandes cruces y uves. La cuba de 2.000 metros cúbicos no se conecta con el soporte, sino que es una estructura independiente que descansa, que se apoya, sobre una especie de mesa construida por el hormigón. De ahí que la plataforma ofrece una gran flexibilidad en el caso de cualquier futura conversión de la torre de agua o de una modificación de sus necesidades.

La cuba revestida con una malla perforada muestra una elegante transparencia cuando se observa a gran distancia, mientras que las luces de la noche, al iluminar el tanque, le otorgan una misteriosa aura flotante al hacerlo volar sobre los árboles. Al romper la simetría, algo inusual para el estricto mundo de la ingeniería, la imponente estructura se convierte en una figura dinámica que puede verse de diferentes maneras en función del lugar o la orientación del visitante. Por lo tanto, se convierte en una brújula, en un punto en el paisaje capaz de orientar a aquellos que transitan por el lugar, construyendo de esta manera un vínculo entre los habitantes y el paisaje de la región.