XANDRA ROMERO
SALUD

Embarazo y dieta (I)

Sobre el embarazo, o más bien sobre el embarazo y su relación con los alimentos, siempre ha habido muchos mitos, recomendaciones basadas no en ciencia sino en costumbres, dimes y diretes, etcétera. Pero, ¿cómo ha de ser realmente la dieta y qué hay que tener en cuenta durante esta etapa?

En general, las recomendaciones de alimentos para las embarazadas son similares a las del resto de la población. Se recomiendan todos los grupos de alimentos, salvo algunas excepciones, como carnes crudas o pescados azules de gran tamaño.

Debe ser suficiente para cubrir las necesidades nutricionales propias, así como las del crecimiento fetal, para afrontar el momento del parto de forma óptima y preparar la futura lactancia materna.

Pero no debemos confundirlo con comer en exceso o hacerlo deficitariamente, pues cualquiera de las dos situaciones conlleva riesgos nutricionales. En general, las calorías globales deben aumentarse, pero dentro de unos límites razonables y a partir del segundo trimestre, con anterioridad, no está justificado.

En relación a la ingesta calórica, la Royal College of Obstetricians & Gynaecologists de Gran Bretaña recomienda a las gestantes comer solo en función de su apetito. Esto puede suponer aumentar ligeramente las raciones de algunos alimentos, pero en ningún caso comer por dos, ya que las adaptaciones metabólicas que suceden en el embarazo tienen como objetivo aumentar de peso para garantizar la reserva de grasa, por lo que resulta muy fácil ganar peso. En relación a esto, la ganancia de peso debe considerarse de manera individual y en relación al peso previo al embarazo.

Para facilitar esta ingesta, se recomienda realizar tres comidas al día, con opción de dos colaciones entre las comidas principales, como almuerzo y merienda, por ejemplo.

Además de los alimentos, es necesario tomar suplementos de ácido fólico entre uno y tres meses antes de la concepción, y con un consumo diario, según la Dirección General de Salud Pública del Ministerio español de Sanidad, de 0,4 miligramos al día para una mujer sin antecedentes de defectos del tubo neural. Además, los suplementos pueden combinarse con alimentos ricos en ácido fólico, como espinacas, acelgas, lechuga, brócoli, espárragos o lentejas.

Este hecho puede reducir hasta un 72% el riesgo de que el bebé sufra un defecto del tubo neural. Sin embargo, y a pesar de las evidencias científicas, según los resultados de un estudio publicado en la revista “British Medical Journal”, la estrategia europea para prevenir estas anomalías está fallando.

Y es que ya en 2009, el EUROCAT, el programa de vigilancia europeo de anomalías congénitas, publicaba un informe que advertía de que la mayoría de las mujeres europeas no tomaba suficiente ácido fólico durante el embarazo (las necesidades para una mujer embarazada son del 200% respecto a una que no lo está) o lo hacían demasiado tarde.

Por último y además de lo anterior, las mujeres que se encuentren en grupos de riesgo o ingesta insuficiente deberán tomar también suplementos de calcio, vitamina D y hierro. Y en algunos casos, incluso también de yodo, sobre todo las embarazadas que no tomen cada día tres raciones de lácteos, además de unos dos gramos de sal yodada.