IñIGO GARCÍA ODIAGA
ARQUITECTURA

Herencia cultural

Aunque uno quiera abstraerse, siempre es deudor de su cultura. La arrastra en su forma de pensar y en su manera de actuar, unos gustos que casi sin querer se han ido acumulando en su mirada. El arquitecto Fernando Menis es un buen ejemplo de esta contaminación que sufre el creador cuando se enfrenta a un nuevo trabajo. Por mucho que se quiera hacer creer que «el papel está en blanco», el que sostiene el lápiz está lleno de prejuicios, ideas, nostalgias y paisajes.

Menis nació en 1951 en Tenerife y los paisajes rocosos de las islas volcánicas, trasladados a la construcción en grandes masas de hormigón, han caracterizado y dado un aspecto reconocible a su obra.

En el año 2008 ganó un concurso para diseñar una inmensa sala de conciertos de 21.800 metros cuadrados en la ciudad polaca de Torun, un enclave histórico protegido como patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO. El edificio se sitúa estratégicamente en el punto de unión entre la parte medieval de la ciudad histórica y los desarrollos urbanos contemporáneos. La pequeña altura alcanzada por el inmueble ayuda a que se mezcle con la escala de la arquitectura existente, al mismo tiempo que se suma sin problemas al paisaje urbano que delimita el río a su paso por la ciudad.

El edificio se presenta como unas rocas, como una topografía artificial concretada en una construcción vistosa que no molesta, porque parece brotar del suelo, como lo hacen las rocas volcánicas de su isla a miles de kilómetros, provocando en su aparición nuevos accidentes geográficos.

Esos volúmenes pétreos fueron construidos con un hormigón especialmente texturado de un gris pálido. Allí donde esta piel se recorta de modo que la fachada permite echar un vistazo por debajo de la cáscara, aparece un hormigón realizado con trozos de ladrillo rojo, una reinterpretación del material que establece una referencia con el centro histórico de la ciudad, construido en su totalidad con un característico ladrillo tradicional.

Además, mediante esta técnica constructiva, Fernando Menis ha desarrollado una nueva forma de control acústico del espacio, demostrando por qué las superficies facetadas de hormigón, junto con el ladrillo triturado, permiten, en función de la proporción añadida de este último a la masa, diferentes comportamientos que ayudan al control acústico de la sala de conciertos. Esta solución ha permitido configurar una sala en la que las condiciones acústicas son óptimas durante las actuaciones musicales.

De alguna manera, además de lograr una expresión aproximada al lugar y al contexto, este tratamiento constructivo permite unos excelentes resultados acústicos por la variedad de absorciones y reverberaciones lograda al alterar las composiciones de la mezcla.

Asimismo, la sala de conciertos alberga un secreto más. Gracias a un techo móvil, el edificio se puede ajustar para absorber eficazmente actuaciones sinfónicas, de cámara, teatro, ópera y cine, y cumplir con los requisitos acústicos que el diseñador teatral requiera en un momento dado. Este techo flexible puede disminuir drásticamente el volumen de la sala cuando es necesario y mediante este movimiento, modifica las cualidades acústicas permitiendo una máxima flexibilidad.

Se necesitan dos horas para mover las piezas de hormigón mezclado con ladrillo rojo reciclado de Polonia, al que Menis añadió cenizas volcánicas. Esas piezas son las grandes rocas que cierran el techo de la cueva roja en la que se ha convertido el auditorio, que, mediante un sistema de cables y motores, se mueven suspendidas negando su inmenso peso, que alcanza incluso las 20 toneladas.

Mientras la piel exterior de la sala de conciertos permanece rígida, en el interior, el espacio se comporta como un fluido que reúne a las diferentes funciones mediante su gran versatilidad. Tabiques y asientos son desmontables, lo que significa que las dos salas de conciertos pueden ser unidas o separadas para adaptarse a diferentes tipos de espectáculo o para, en un momento dado, multiplicar el número de espectadores durante una representación.

Como el propio Menis ha declarado, su objetivo era hacer un auditorio lo más eficiente posible, que se pudiese adaptar a las distintas situaciones y a múltiples capacidades de público, y que fuese incluso capaz de albergar varios actos independientes de manera simultánea. Al final le salió un edificio rocoso, volcánico, un paisaje que él llevaba en su memoria, en la mochila de la que ningún creador puede desprenderse.