XANDRA ROMERO
SALUD

Drogas y alimentación (I), el alcohol

El 17,1% de los habitantes del Estado español son consumidores de alcohol de riesgo, según el “Primer Estudio Lundbeck: Percepción y Conocimiento del Alcoholismo en España”. De acuerdo con sus autores, cuando se compara el consumo que los encuestados notifican con la percepción del riesgo que ellos mismos tienen, el 76% de los que beben de más (los que están en riesgo) creen que toman una cantidad normal de alcohol.

Por edades, en general, son los que están entre los 18 y 25 años los que más alcohol ingieren y esta tendencia es especialmente peligrosa, porque hasta los 24 años, el cerebro está formándose y el alcohol interfiere en ese proceso.

Precisamente por este motivo, cómo afecta el alcohol a nuestro cuerpo, en concreto a nuestro estado nutricional, es algo que los consumidores habituales y ocasionales desconocen. Porque el consumo excesivo pero ocasional (intoxicación) ya provoca serios efectos sobre el cuerpo.

El alcohol tiene un efecto tóxico directo sobre la célula, ya que solo el 2% absorbido se elimina por los pulmones y riñones, y el resto tiene que metabolizarse en nuestro cuerpo. Es durante ese proceso cuando se generan productos tóxicos que interfieren con el metabolismo normal de los nutrientes, sobre todo los procesos que suceden en el hígado y el páncreas, dos de los órganos mayores involucrados en el metabolismo y la nutrición. El daño a estos dos órganos produce una alteración de líquidos, proteínas y sales minerales.

También provoca un desequilibrio de calorías, ya que cuando el alcohol está presente, se convierte en la “gasolina” favorita para nuestro cuerpo y desplaza al 90% de las otras sustancias energéticas (grasas, hidratos de carbono), por lo que influye en el peso y composición corporal.

Cuando el alcoholismo es crónico, normalmente suele acompañarse de malnutrición. Esta situación se debe tanto a la reducción de la ingesta de nutrientes esenciales o a que el alcohol impide la adecuada digestión y absorción de los distintos nutrientes.

Las deficiencias más comunes son las de las vitaminas B6, B1, C, D y K, además del ácido fólico. La deficiencia de estos nutrientes causa anemia y problemas del sistema nervioso (neurológicos). El síndrome de Korsakoff ocurre cuando el consumo excesivo de alcohol causa una insuficiencia de vitamina B1 que es suficiente para provocar un daño irreversible del cerebro que no suele diagnosticarse hasta después del fallecimiento en el 80-90% de los casos, según un estudio publicado en la revista científica “Alcohol and alcoholism supplement” en el año 2000.

Otra alteración común es el déficit de vitamina A. Al parecer, los niveles de esta vitamina en el hígado se reducen con el consumo de alcohol por un aumento de su proceso natural de destrucción, que eleva así el riesgo de sufrir alteraciones del hígado y cáncer.

Además de lo anterior, las mujeres que beben mucho presentan un alto riesgo de osteoporosis y necesitan tomar suplementos de calcio.

Por todo ello, la recomendación es evitar el consumo de alcohol, pero dado que incluso nuestra pirámide alimentaria oficial incluye el vino, no está de más acompañar su consumo moderado y ocasional con una especial atención de nuestra dieta.