XANDRA ROMERO
SALUD

Guía de compras (I parte)

A menudo hablamos en 7k de los alimentos, de lo poco o muy recomendables que son y los porqués. Sin embargo, nunca hemos planteado cómo se aplica todo esto una vez nos encontramos en el supermercado. De modo que empecemos por la primera parte de la mini-guía de compras que se inicia con un apartado teórico.

Podemos empezar por reconocer y evitar los superprocesados; aquellos alimentos a los que se les ha quitado una parte importante del alimento original. ¿Cómo reconocerlos? Fácil, busca alimentos que tengan uno o todos estos “ingredientes”: harinas refinadas, azúcar añadido, sal en exceso y grasas de mala calidad.

Cualquiera de estas aseguran un sabor rico, fabricación y precio barato y además con una larga fecha de caducidad. Eso sí, al consumidor lo que le espera es ningún aporte nutricional de calidad y solo energía o calorías vacías.

Ojo con el etiquetado falso en cuanto a azúcares. En la mayoría de los casos en los que aparece eso de «bajo en azúcares» o «sin azúcar añadido», significa que cada gramo de azúcar se sustituye por la misma cantidad de endulzantes artificiales. Por ejemplo en chocolates sin azúcar, y otros muchos, donde el principal ingrediente es maltitol –endulzante tipo polialcohol–. Quizá el maltitol es uno de los edulcorantes menos problemáticos, pero sigue siendo edulcorante con sabor a chocolate, es decir, no estás comiendo chocolate.

También hay que tener en cuenta en el etiquetado lo de «enriquecido en…». Decir que algo está «enriquecido en» –inserte aquí la vitamina-mineral de turno– es realmente un eufemismo para decir «alterar», y por supuesto que algo esté enriquecido, no hace al producto nutricionalmente adecuado. Pensemos que un plátano no especifica que es rico en potasio, no lo necesita, en cambio los cereales de desayuno sí necesitan decírnoslo solo para que no nos fijemos en que son básicamente azúcar.

En cuanto a los productos ¿integrales?, no vale que ponga «rico en fibra». En el listado de componentes hay que identificar como primer ingrediente que la harina o sémola, sea del cereal que sea, sea «integral» o «grano entero». Lo segundo es mirar el porcentaje, serán preferibles los que tengan un porcentaje del 75% o mayor.

Y por último, huye de los reclamos coloridos en los envases, y de las imágenes tipo dibujos (niños) o siluetas de cuerpos irreales o vientres (siempre planos, por supuesto) en el caso de las mujeres.

Escápate siempre de los productos que contengan alegaciones de salud: «bueno para el corazón», «bueno para la osteoporosis»… y similares. Huye de los que anuncien lindezas por su bajo o alto contenido en nutrientes: rico en calcio, bajo en grasas, rico en fibra etc.

Y por último, evita lo que anuncien en la televisión, lo que te recomiende la blogger de turno y, aunque sea triste decirlo, lo que lleve el sello de alguna sociedad o asociación médica o, aunque no tengo constancia de ello, de dietistas-nutricionistas.

Pensaréis: Xandra, por favor, un resumen.

Vale. No compres productos que contengan más de 5 ingredientes, en los que el azúcar, las grasas de palma o la sal estén entre esos 5 ingredientes, y sobretodo, no compres nada que tus abuelos, bisabuelos, tatarabuelos (elija en función de su edad) no hubiesen podido reconocer como alimento.