Elodie Mazein
MIRADA AL MUNDO

Marihuana en el cogollo del poder

Las cámaras de seguridad y el alambre de púas sugieren que la dirección que nos han facilitado es correcta: este viejo almacén de ladrillos rojos, situado al final de un callejón sin salida no muy lejos de la Casa Blanca, acoge una plantación de unos 150 metros. «Haremos la visita con un botón de emergencia», nos explica Matt Lawson-Baker, copropietario de la plantación Alternative Solutions junto a su padrastro Bob Simmons. Ambos se dedicaban antes al sector de la construcción. «El botón es un dispositivo portátil que da la alerta en caso de robo», aunque, se apresura a tranquilizarnos, nunca ha sido necesario.

Más de sesenta cámaras de vigilancia, un guardia durante las 24 horas «que ha estado en Iraq y Afganistán», una comisaría en las cercanías y un sistema de alarma hipersensible consiguen que los cerca de 1.700 metros cuadrados de los que consta en total esta superficie estén superprotegidos. Gracias a una ley vigente desde 2010, esta es una de las siete plantaciones ubicadas en Washington autorizadas a producir cannabis para uso médico y que surten a los cerca de 3.700 pacientes registrados en la capital federal.

«Entramos en la industria en 2012, pero no empezamos a plantar hasta hace menos de un año», precisa Lawson-Baker. «Al igual que otros muchos, pensamos que íbamos a ganar millones enseguida, pero nuestras ilusiones rápidamente menguaron», reconoce. Porque además de la fuerte competencia existente en el todavía reducido mercado del cannabis, les queda mucho por aprender para poder sacar rendimiento a un producto que se vende, dependiendo de la variedad, entre 3.000 y 4.500 dólares la libra (entre 2.600 y 3.900 euros los cerca de 500 gramos). Con las tres cosechas recogidas desde noviembre de 2015 han conseguido 700.000 dólares de ingresos y piensan alcanzar el umbral de rentabilidad dentro de tres o cuatro años. La cuarta cosecha ya está en marcha, como lo demuestran los numerosos pistilos blancos que recubren las hojas y los brotes.

No se andan con tonterías: se corta cada planta por la base, se cuelga boca abajo y se deja secar durante unos diez días y después las yemas se cortan, afinan y podan. Por un lado, están los cogollos y, por el otro, los restos de la poda (hojas pequeñas), que se transforman en polvo (a 40 dólares el por gramo) o resina (45 dólares los 0,5 gramos). La marca se distribuye solo a cinco dispensarios autorizados de Washington.

Mercado libre. Su apuesta es el consumo llamado «recreativo». Desde febrero de 2015, en Washington es legal que un adulto mayor de 21 años pueda consumir cannabis en una zona privada, cultivar seis plantas y poseer hasta 56 gramos. Pero el Congreso, que tiene la tutela de la capital federal, ha impedido que el Ayuntamiento regule el mercado del consumo libre, por lo que la compra y venta continúan prohibidos. En conclusión, que el mercado negro se está haciendo de oro. Se estima que, para 2020, el cannabis moverá unos 22 millones de dólares.

El olor es más bien discreto, la temperatura y la humedad agradables, aunque algo más elevadas en la zona de floración. Aquí todo se maneja por wifi. «Esto es un paraíso para la marihuana», dice Simmons. Al igual que sus competidores, Matt y su socio esperan con cierta ansiedad al siguiente ocupante de la Casa Blanca, porque que esté a favor o en contra del cannabis será crucial para ellos.