XANDRA ROMERO
SALUD

Calorías A y calorías B

Desde los años 90, el mensaje publicitario se ha centrado en torno a las calorías dejando de lado la calidad nutricional de los alimentos. Es por esto que, aún hoy, persiste la idea de que cuantas menos calorías tiene algo, mejor. No obstante, y aunque hay que tener en cuenta el contenido calórico de un alimento, no es necesario contar las calorías de todo lo que se ingiere, ya que este hecho no ayuda a dilucidar cuánto aprovecha el cuerpo, razón principal de las personas que «viven» contando calorías.

Habrá quien en este punto diga: ¿Cómo no van a importar las calorías si todos sabemos que si consumes más de las que gastas engordas?

A estas personas yo les plantearía dos cuestiones: por un lado, si desde los 90 aparecieron los productos light, ¿por qué desde entonces hasta hoy en día, la tasa mundial de obesidad no ha bajado y, por el contrario, se ha incrementado peligrosamente? Por otro, si los alimentos ricos en calorías engordaran, las dietas bajas en grasa serían una buena opción; sin embargo, la evidencia científica concluye que no lo son.

Hablemos ahora de los tipos de calorías. No es que existan distintos tipos técnicamente hablando, sin embargo seguro que has escuchado la expresión «calorías vacías». Este concepto se refiere a alimentos que aportan una cantidad importante de energía (calorías), pero muy pocos nutrientes o ninguno. Este es el caso de ciertas bebidas y alimentos muy azucarados, harinas o azúcares refinados y alcohol.

Además de esta, yo utilizo otra clasificación, tal y como aparece en el título de este artículo: calorías A y calorías B. Este concepto es de invención propia; sin embargo, esta estrategia me es muy útil a la hora de explicar cómo muchos alimentos, teniendo las mismas o más calorías que otros, son más sanos ya que tienen un valor nutricional mayor.

El ejemplo más claro de esto es la diferencia existente entre un vaso de zumo de naranja natural y una naranja. A priori puede parecer lo mismo, sin embargo 250 ml de zumo natural cuentan con 112 kcal y 0,5 gr de fibra. Una naranja en cambio, tiene 75 kcal y 3,4 gr de fibra.

Otro ejemplo es preferir la margarina light o ligera (por 100 gr contiene 368 kcal) y temer al aguacate, por ejemplo, por ser muy calórico (por 100 gr, 233 kcal). No obstante, este último, a diferencia de la margarina ligera, reduce el colesterol gracias un compuesto llamado beta-sitosterol y controla la presión arterial por ser una gran fuente de potasio, entre otros muchos beneficios.

También están los que ni locos comerían frutos secos, pero no conciben la vida sin unas galletas. Los frutos secos son alimentos ricos en proteína (14,42 gr), grasa y fibra (6 gr), por lo que son más saciantes. Además, el aprovechamiento que hace el cuerpo de la energía que ingerimos mediante los frutos secos (162 kcal por 25 gr de nueces) es menor, porque una parte de esta se pierde por las heces. En cambio, las galletas María tienen 133 kcal por 5 galletas (31 gr), 23,70 gr de carbohidratos –de los cuales 6,3 gr son azúcar añadido–, solo 2,30 gr de proteína y 0,5 gr de fibra. Además la grasa que contienen es de mala calidad. De modo que el enfoque de las calorías por encima de la calidad nutricional del alimento nos aleja de la salud y nos obsesiona con la comida.