XANDRA ROMERO
SALUD

Refrescos, empresas y ciencia

S iguiendo la política de transparencia iniciada a nivel mundial, a principios de este año Coca-Cola España hizo público el listado de sociedades científicas a las que financió desde el año 2010 hasta el 2015: Fundación Española del Corazón, con 470.725 euros, es la que recibió la mayor cantidad económica seguida por orden de cuantía de Fundación Española de la Nutrición (305.906 euros); Asociación Española de Pediatría (301.909); Fundación para la Investigación Nutricional (281.612); Fundación para la Diabetes (227.600); Academia Española de la Nutrición y Ciencias de la Alimentación (224.600); Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (214.393); Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (143.000); Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (121.780); Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (65.950) y finalmente la Asociación Española de Dietistas y Nutricionistas, la única de todas las anteriores que cuenta con dietistas-nutricionistas en sus filas, mal que me pese, y que también recibió 60.000 euros.

Es curioso, son todas las encargadas de investigar e implementar herramientas necesarias para frenar enfermedades como la obesidad o la diabetis y, sin embargo, reciben dinero de una empresa que es, en parte, responsable de la misma. No lo digo solo yo; por ejemplo, la revista “Obesity Review” mantiene que «el elevado consumo de refrescos se asocia en un 55% con un aumento del riesgo de padecer sobrepeso y obesidad» y además insiste en que «la ingesta de una a dos latas de refresco al día se relaciona con un 26% de riesgo de sufrir diabetes tipo 2».

Sé que aquí algún lector astuto puede pensar: para evitar esto se inventaron los refrescos light y cero azúcares.

Bueno, déjenme decirles que existen estudios en animales y humanos que están investigando un posible vínculo entre el consumo de edulcorantes sintéticos y la obesidad. Parece que hay indicios de que pueden aumentar el riesgo de diabetes, síndrome metabólico, y enfermedad cardiovascular.

Según un artículo publicado en la revista “Cell Metabolism”, el consumo crónico y elevado de edulcorantes podría alterar la capacidad de percepción del sabor dulce, una de las herramientas para controlar la saciedad y la ingesta de la energía.

Otra publicación de la revista “Plos One” explica la causa y lo atribuye a que estos edulcorantes interfieren con las respuestas aprendidas que normalmente contribuyen en el sistema de regulación de energía de nuestro cuerpo, que se acaba desajustando y se vuelve ineficaz pudiendo inducir a alteraciones metabólicas.

Se refieren a que estos edulcorantes parecen afectar al sistema de estructuras neuronales responsables del «deseo» y del refuerzo positivo que induce la estimulación del apetito, entre otras cosas.

No obstante, estos estudios son observacionales y no se puede determinar que la asociación sea causal (de causa-efecto).

De modo que, con lo que sí está demostrado científicamente hasta la fecha sabemos que, en primer lugar, los edulcorantes son seguros y en cantidades pequeñas no se encuentran efectos negativos ni tampoco una clara relación con el sobrepeso, al menos de momento. En segundo lugar, hay que tener en cuenta que la obesidad depende de muchos más alimentos y más factores que el azúcar. Y por último, a día de hoy, no se ha demostrado que sean una herramienta especialmente eficaz para prevenir la obesidad.